14 noviembre, 2016
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Salud enrejada

*Por las compañeras privadas de la libertad del Instituto de recuperación de Mujeres, Penal N° 5, Rosario

 

En el marco de los múltiples levantamientos y reivindicaciones sobre la igualdad de género que las mujeres venimos reclamando incansablemente y con urgencia, sumamos a ese mar de fueguitos las voces de las mujeres que estamos privadas de nuestra libertad, que estamos silenciadas, y por eso, tras las rejas nos vamos a hacer escuchar. Nos privan de los derechos y por eso venimos a gritar.

 

“Acá para que te escuchen, te tenes que cortar” lo dijo Pamela, presa en la Cárcel de Mujeres de Rosario desde el 2006.

 

Diez años después, el dicho de Pamela sigue vigente: seguimos esperando la atención de salud en el ámbito carcelario. Tenemos que estar presas, no mendigando salud. El encierro nos pisa fuerte en el cuerpo y en la emoción, y que difícilmente son tratados a tiempo en la unidad penitenciara.

 

Como mujeres tenemos el derecho de acceder al control anual del PAP y a la mamografía, pero el acceso se complica feo cuando te lo niegan y lo único que nos queda es peregrinar, pidiendo ser llevadas a los efectores públicos, para ser tratadas. Y así quedamos, algunas arrasadas por hemorragias, otras padeciendo enfermedades infectocontagiosas que exigen medicación y un cuidado que esperamos y esperamos, pero nunca llega.

 

Las que estamos por ser madres sufrimos los vaivenes de la atención médica mientras que no solo corre peligro la continuidad de nuestro embarazo, sino también nuestra propia vida. Parir y criar tras las rejas también es una arista compleja, a pesar de que existe una ley para las privadas de su libertad donde sus artículos regulan la aplicación de la pena, no hay efectivas garantías en el derecho a la salud.

 

«¿Qué dijiste?», «¿Dónde está el Estado?». Bueno, es lo que nos preguntamos. Bien sabemos que su deber es el de velar por la salud y a la luz de los hechos que contamos más arriba, no quedan muchas dudas de qué tan profunda es la indiferencia institucional, que se vuelve violencia institucional, que se vuelve violencia de género.

 

¡Y como si fuera poco! Todo esto desemboca en una violenta aberración de los Derechos del Niño: en la cárcel, con nosotras, también viven nuestros pibes.

 

Exigimos que la ley y el encarcelamiento de mujeres sea escrita con una perspectiva de género, lo que implica la formulación e implementación de políticas públicas que contemplen su especificidad.

 

Nos incluimos en el grito de #NiUnaMenos porque estamos invisibilizadas por un sistema que cercena nuestros derechos más elementales, y nuestra condena no es esa, sino estar tras las rejas.

 

Que ese grito incluya nuestro reclamo por el derecho a la salud y a las condiciones de habitabilidad dignas de quienes nos encontramos en los establecimientos de detención, tanto en la provincia de Santa Fe como en todo el País. ¡No podemos ir a marchar, pero por eso no vamos a dejar de gritar!