14 diciembre, 2016
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No uno, sino todos

Los doblemente condenados, con voz y con todo reprimido, se plantaron. Chilla fuerte el estómago con el hambre de la huelga en la Penitenciaría N° 6 de Rosario. Las rejas, ya sabemos, nunca reparan. No hay afuera sin adentro ni el adentro sin los lazos, dicen. Y hacen huelga en todos los pabellones de la Penitenciaría N° 6,  tal como en otras cárceles. Católicos, ateos, evangelistas, del palo del rock o de la cumbia: nada los fragmenta o desanima en la lucha colectiva y horizontal. El grito multiplica y une. Lo de abajo siempre es poderoso, quién puede dudar.

 

«Las autoridades actuales de esta penitenciaría no nos brindan ninguna solución. La única respuesta que recibimos fue del alcalde, quien desde el primer día nos amenazó con bajarnos la conducta y sacarnos nuestros trabajos. En ningún momento provocamos disturbios, sólo decidimos tomar esta decisión, no uno ni dos pabellones sino todos, los casi 500 internos de los 11 pabellones, porque estamos cansados de tantas promesas y malas condiciones de vida.”

 

Así escriben los pibes que se alfabetizan y participan en distintos talleres; los mismos que publican libros, los que pintan paredones de una biblioteca con citas libertarias y que gritan, desde abajo, entre los muros. La ortografía, la poesía, la rima: todo está tatuado en el cuerpo y la garganta. Derechos Humanos, no más vuelta que darle al asunto. Los profesionales que tienen que cumplimentar los requisitos necesarios -psicólogos, asistentes sociales y terapistas- “no brindan la atención necesaria por falta de compromiso con el trabajo”.

 

 Todo es nadie, pero esta nada a la que son sometidos no es filosofía ni estoicismo. Y sin zapatos de goma, dicen, porque no hay suela que aguante tanto atropello. Se viola y se violenta todo y cada una de las leyes. Ni agua potable, ni luz, ni abrazo de los propios. Como una jaula. El circo romano de los poderosos, donde los demás son tratados como bestias. El medioevo, algo así. Sólo imaginen. Dentro del adentro, cuarenta y ocho humanos. Corten la luz, el agua, tapen las ventanas. Sin aire, sin respiradero, sin los vínculos. Hay que torturar con los retrasos en los permisos de las salidas laborales, con las “libertades condicionales y asistidas, con las visitas e incumplimiento de horas de visita extraordinarias con motivo de las fiestas de fin de año.”

 

Durante el miércoles, Marcos, un interno de esta Penitenciaría y tantos más, recibirían una certificación en la que se avalaba que habían sido alfabetizados. Se suspendió el acto por los reclamos.

 

Los lápices, ya sabemos, siempre siguen escribiendo. Y no hay muros que astillen.