15 enero, 2017
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Carnaval, en la Diagonal

En los talleres de educación popular nos propusimos una actividad que rompiera los esquemas de la educación formal: todos corriendo, gritando, embarrados, mojados, y al final abrazados, nos anticipamos al carnaval. Más de 50 changuitos y changuitas de diferentes edades nos fuimos a jugar en la cancha de El Sapito.

 

La lluvia amagaba desde temprano con viento y cielo nublado, poniendo en suspenso la jornada que habíamos preparado, pero el agua la trajimos nosotros y el clima también estuvo de nuestro lado.

 

 

Simón prestó el nylon que usa como techo del patio de su casa los días que el sol pega duro, para que los chicos patinen de cola o de pechito con agua y detergente.

 

Lidia y Marcela pusieron los tachos de 20 litros para el cargamento con más de 1.000 bombuchas que volaron por el aire hasta reventar. Ellas pusieron los contendores y cuando menos se lo esperaron, ya estaban mojadas y embarradas de pies a cabeza.

 

Mercedes puso dos ollas populares de jugo que acompañaron una multitud de tortillas digeridas entre detergente y barro, para que nadie se quede sin combustible y la jornada se extienda hasta los últimos guiños del sol, justito antes que se largue el chaparrón.

 

Aldana y Valentina, de 7 y 5 añitos, estaban de estreno, luciendo bikinis coloridas que se tiñeron de marrón.

 

Elina pensó una estrategia poco viable para zafar del carnaval ante tanta fiesta y tan pocos espectadores. Llevó en brazos a su “segundo hijo”, un gatito blanquito y peludito llamado Manchita. ¿Cómo terminó? Mejor no saberlo.

 

Agustín y Ángel intentaron demostrar sus habilidades y destrezas gambeteando o evitando a todos los que intentaron agarrarlos para untarlos en barro mientras hacían burlas y zozobras sacando a relucir sus ropas limpias e invictas. Hasta que ¡zas! Detrás de los yuyos crecidos donde se resguardaban, apareció su peor pesadilla: un par de compañeros dispuestos a ganarles la pulseada los echaron a correr, correr, y correr, hasta rodearlos. Terminando recostados sobre el charco.

 

Kevin resultó invicto. Lo corrimos por todos lados, intentamos una emboscada, le secuestramos la remera para que ceda, pero no hubo caso.

 

Mauri y Chuky les gritaron a los que en el medio del carnaval se fueron a bañar, para que nadie tenga dudas de que las reglas son igualitarias: “¡Aquí nadie se limpia!”.

 

 

Toda la tarde estuvimos tirándonos bombitas de agua y revolcándonos en el barro al costado de la cancha, procurando no dañar nuestro campo de juego de 5400 metros cuadrados. Es un inmenso terreno comunitario por el que luchamos para evitar que nos encierren con otro barrio privado y para garantizar que nuestros niños siempre tengan donde crecer jugando en libertad, para que nunca sea una opción de desarrollo la baja en la edad de imputabilidad.

 

Un grupo de adultas que previnieron el caótico desenlace de la jornada, tenían preparada la manguereada para disolver los kilos de lodo que teníamos pegados. El agua de las pelopinchos y las duchas fueron invadidas por todos nuestros cuerpos sucios, y sí, no podía ser de otra forma, alguna madraza de las que son capaces de guiar una asamblea, una familia y todo un barrio, pegó el grito bien alto y puso en fila a sus hijos para que se den un buen baño.

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