Un dolor profundo nos atraviesa, mezclado con bronca e impotencia. En lo que va del año, en Villa María somos tres mujeres menos para luchar contra la desigualdad y la violencia constante que nos cuela por el filtro patriarcal, posicionándonos en la inferioridad, oprimiéndonos y asesinándonos.
Y mientras tanto, nos seguimos preguntando ¿Cuánto más se necesita para que la violencia de género sea parte fuerte de la agenda pública y de gobierno? ¿Cuánto más se necesita para que haya políticas que desplieguen herramientas firmes e integrales al respecto?
En enero nos quitaron a María Luján Aguilera dentro del Servicio Penitenciario de la ciudad, en marzo nos arrebataron a Alicia Coppa dentro de su hogar y frente a sus propios hijos. Y ahora Tamara Córdoba, quien luego de salir a bailar el viernes 21 estuvo desaparecida hasta el martes 25 de abril; día en que salió a la luz el final ya temido. La policía encontró el cuerpo desnudo y sin vida en un descampado situado en la calle Tucumán y Roca, en la localidad vecina de Villa Nueva. Tamara había sido golpeada, estrangulada y luego quemada para tratar de ocultar rastros del aberrante femicidio.
Tamara salió a un boliche de la zona con amigos y su hermanastro Alan Barrios, y cuando regresaban se bajaron del colectivo en la intersección de las rutas provinciales 2 y 4. Al sentirse la joven descompuesta se dirigieron al cercano cuartel de bomberos donde no pudo ser atendida por la demora que tuvo el servicio médico hasta llegar. Debido a eso, Tamara abandonó el lugar y ese fue el momento en que se la vio por última vez con vida, en compañía de Alan.
Ambos estuvieron desaparecidos, pero él regreso a su hogar el sábado por la noche golpeado, con otra ropa y alegando que no se acordaba nada de lo sucedido ya que había consumido drogas y alcohol. Lo único que indicó fue haber visto a Tamara subirse a un auto.
El domingo, el fiscal que lleva adelante la causa, René Bosio, indagó a Barrios y, basándose solamente en su declaración, decidió dejarlo en libertad por falta de pruebas, en lugar de comenzar con una investigación más profunda de lo sucedido.
Recién el martes por la tarde, unas horas antes de que se encontrara a Tamara, Alan fue detenido, luego de las declaraciones de varios testigos que lo indicaban como el principal sospechoso.
Hasta ahora las pericias realizadas indicaron que el cuerpo fue estrangulado el sábado, mientras que la quema se dio en tiempos posteriores , razón por la cual aún no se pudo dictaminar si hubo violación o no, ya que la zona vaginal se encontró muy afectada. La fiscalía caratula el caso como “homicidio con agravante por violencia de género” y aguarda más resultados de la pericia química para caraturarlo femicidio.
Lo cierto es que con el asesinato de Tamara, tenemos una vida menos que nadie podrá devolver, ni siquiera la tardía Declaración de Emergencia en cuanto a Violencia de Género que se llevó a cabo el miércoles y jueves en Villa Nueva y la ciudad de Villa María.
Y que quede claro, esas declaraciones se lograron por la presión que metieron las organizaciones sociales que vienen sosteniendo la lucha ante semejantes horrores.
¿Cómo vanagloriar al Estado y su (in)justicia? Si no nos olvidamos que hace cinco años atrás el Foro de Mujeres de Villa María presentó un proyecto de emergencia (que hasta hoy no había sido tratado nunca) luego de que un femicida matara a su ex pareja a mazazos en las calles de nuestra ciudad. Si es recién ahora, después de haber lamentado la pérdida de tres mujeres más y luego de que en Villa Nueva se produjera, que el órgano legislativo de Villa María finalmente terminó por declarar la emergencia en violencia de género.
Claramente esto nos habla de una justicia ciega y lenta que por inoperante es cómplice, y en su complicidad también nos mata. Mientras el Estado lo tome con pinzas y sin acciones integrales, es el principal responsable. Al igual que gran parte de la sociedad entera por actuar con indiferencia y hasta culpabilizando a las mujeres por lo que sucede.
¿Quién sabe hasta dónde va a llegar este machismo salvaje que se alza con el ímpetu de matarnos, desde lo físico hasta lo esencial? Estamos hartas, nos queremos vivas, desprejuiciadas, sin miedo y en plena libertad.