5 mayo, 2017
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El carnaval siempre va a ser nuestro

 

 

Algo anda mal en San Luis Capital. La costumbre de vivir 30 años soportando lo mismo, convierte el hostigamiento que sufren a lo largo y a lo ancho de nuestra provincia los pibes y pibas que menos tienen, en un manto protector que según los medios oficiales hace que la comunidad se sienta respaldada.

 

Pero, ¿A quién cuida el gobierno? Los portadores de rostro que desde que nacen escapan del frío y pelean mano a mano con el hambre, estos últimos días, además, se cruzaron con un fantasma silencioso que recorrió los barrios de nuestra provincia llevándoselos, como por condición natural, a la comisaría.

 

El fantasma pasó por todos estos barrios: El Bajo, Pedro Payer, ATE III, Policial Nuevo, Ignacio Vidal, Eusebio Castaño, Amppya, Eden, Cerros Azules, Jardín San Luis Faecap, Pueblo Nuevo, Barrio Bancario, Los Paraísos, Barrio Nacional, Fray Luis Beltrán, Barrio Policial Viejo, y el Cantisani. ¿Se acuerdan de ese archivo de la junta militar cuando se decía que una novela sobre la vida de un circo “propiciaba la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos, económicos o sociales marxistas tendientes a derogar los principios sustentados por nuestra Constitución Nacional.”? Lo mismo piensa la gorra de las murgas de San Luis. Con despliegue de móviles, allanamientos y con más de 20 detenidos, mayormente por averiguación de antecedentes, nos dicen que hoy se respira seguridad.

 

Ya estamos a salvo de pibes y pibas como Uriel, el “Chucho”, que para el poder ejecutivo disfrazado de policía es a quien debemos temerle. Tiene 15 años y es integrante de la murga “Los Angelitos Malones” desde sus inicios, cuando junto con sus amigos y amigas hacían sonar con tachos reciclados el ritmo del Barrio Sargento Cabral por las calles y plazas de San Luis. Con la “chaucha” que dejaba la gente al escucharlos tocar, pudieron comprar baquetas y bombos, que hoy más que eso, son su alma y su voz.

 

“Yo me asusté porque estaban todos los guachines, todas las criaturas que siempre van, vienen, bailan o juegan mientras ensayamos. Las chicas que estaban ahí salieron corriendo” Dice el Chucho al contar que mientras ensayaban como todas las semanas, la Compañía de Operaciones de Alto Riesgo de la policía (COAR) los rodeó con escopetas ithaca en mano y pasamontañas, con la orden todos contra la pared. “Nos preguntaron nuestros apellidos, nos iban pegando de a uno, piñas, patadas y cabezazos (…)” Cuenta sabiendo que en su vida, estas situaciones forman parte del paisaje. “(…) al Javier que estaba al lado mío, el cobani le revisó los cigarros y le puso una piedra de marihuana en el bolsillo. Él se rescató y le dijo que recién venía de trabajar y que eso no era suyo. Ahí nos empezaron a pegar a todos en las costillas con dos dedos. Éramos todos menores menos tres. Nos largaron a todos menos a mi tío que no lo querían soltar, se lo querían llevar para cagarlo a palos.”

 

Es evidente que no hay razones ahí, ni hay nada que pueda justificar, el despliegue de las fuerzas de seguridad. Lo que hay, es una prueba más de la voluntad de perseguir y hostigar, del aparato policial.  Pero a la gorra y al gobierno se lo dejamos bien claro: a pesar de los palos y los atropellos, el carnaval siempre va a ser nuestro.

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