Del otro lado del charco y la línea de cal, asoma un tipo parco y temperamental, docente del juego decente salga como salga, para que siempre valga la inocencia del potrero, por encima de la competencia, al servicio del dinero. Y sí, toda su experiencia como entrenador floreció en la base, un director técnico para la conciencia de clase, que se volvió un poco nuestro, no por nada. «Me formé como maestro, en una escuela carenciada».
Sin pena, ni máscara, siempre lejos de la cana y de toda armadura, Tabárez vio a una nena «tirando cáscara de banana afuera de la basura» y se acercó para decirle que no correspondía. Pero no llegó, le faltaba cultura todavía, de la villera, de la menos marketinera, de la más morochita, de la que por fin aprendió, «porque apareció otra niñita y, en ese interín, se la comió».
Ajeno al paradigma de los bienes y su «seguridad» en venta, usa la 10 para debatir: “El estigma toma rehenes de una desigualdad que aumenta, en vez de disminuir”. Levanta la cabeza, piensa, frena. “Hay formas de pobreza que dan vergüenza ajena”. Multicampeón interestelar de la educación popular, le metió una vincha de tela a toda la república oriental: «Hincha de la escuela pública, hasta el final”. Qué chabón, qué pasión por enseñar de verdad, su verdad: “No es ninguna solución bajar la edad de imputabilidad”.
Se planta, agita, aguerrido, intenso, “y La Garganta grita el sentido de lo que pienso”. ¿Viste? Da esa cátedra que no existe más en el reino del revés, ni en el diario, ni en el dial, ni en la tevé, ni en el apuro: “En Uruguay, si confesás que pertenecés a un barrio marginal, nadie te da laburo”.
Pues ahora así, con la lección aprendida, entendemos que sí, para no caer al abismo, “en el fútbol, como en la vida, debemos vencer al resultadismo”.
Entrevistaron a tabarez solo para publicar esto?
poquito che, poquito…