* Por Marta Ramallo,
madre de Johana, desaparecida hace 60 días en La Plata.
Dos meses de impotencia. Dos meses de dolor. Dos meses sin saber. Hoy se cumplen dos meses de su ausencia y mi desesperación. Se llevaron a mi hija. Y desde entonces, todos los días, sus hermanos esperan verme regresar a casa de su mano. Es terrible el sentimiento, no se lo deseo a nadie. Muchos ven ahora en mí a una mujer fuerte y luchadora, pero estoy totalmente destruida por dentro. Y con el paso del tiempo, voy perdiendo fuerzas, porque sólo el calendario avanza, por esta zona liberada…
Y no sabemos nada.
Johana era nuestra alegría. Ponía música y bailaba, zamarreándome el pelo, sacándome fotos. Calentaba el agua y hacía que nos uniéramos en familia para compartir unos mates. Brava, eh, demasiado carácter, pero capaz de batallar contra el mundo para defendernos a nosotros, porque «no vamos a salir adelante, si no salimos a pelear por la vida». Ella me regaló la posibilidad de ser madre, a los 14 años. Y nunca más me abandonó. Tan compañera como hija, como hermana, como mamá…
Por estas horas, me recuerdo sentada frente a la tele, viendo y oyendo lo que había sucedido con Ángeles Rawson, con Candela y con tantas chicas más. Solía preguntarme cómo se sentiría una madre ante semejante dolor. Y mírenme hoy: una de ésas, soy yo. ¡No saben cuánto la extraño! No, no, no… No se dan una idea. Quiero pensar que volveremos a estar juntas, compartiendo risas y charlas, porque el mismo día que desapareció le prometí a mi nieta que traería a su mamá de vuelta. Y sí, lo voy a lograr, cueste lo que cueste. Si algo aprendí en estos días eternos de angustia es que debo luchar y, aun cuando la pueda encontrar, no me voy a detener. Hay un montón de pibas que están pasando por lo mismo, secuestradas por esas redes de trata que nos arrebatan la felicidad o la vida, sólo por ser mujeres.
Cuesta tanto… Me siento abandonada por los jueces, por los fiscales, por los funcionarios que no la buscan como deberían, porque no les conviene o porque no les importa. Que se entienda, esto no fue obra de una o dos personas, fue obra de una red, con todas las letras. Y la causa sigue estancada en una “búsqueda de paradero”, porque la Justicia rechazó el cambio de carátula, por el cual se vería obligada a iniciar una investigación real, con todo el aparato de inteligencia, no sólo para dar con la ubicación de Johana, sino también para saber quiénes se la llevaron. Y a cuántas más tienen. La Policía bonaerense, principal cómplice de las mismas mafias, asegura que la está buscando… Ya le solicitamos a la fiscal Betina Lacki que aparte a esta institución y llame a una fuerza Federal, pero aún no tuvimos respuesta. Y por eso, hoy nos movilizamos en La Plata, a las 17, desde 1 y 63 hasta la gobernación, para exigir su aparición.
Mis seis hijos más chicos, lógicamente, no logran entender lo que pasa, por qué ya no estoy casi nunca en casa. Y acá, les quiero pedir perdón, por ya no ser la misma desde aquel día. Voy de un lado para el otro, buscando a su hermana mayor. Nuestro universo ha cambiado: ya no hay música, ni cena juntos. Tampoco risas, ni charlas. Quiero que sean fuertes; que tanto ellos como todas las mujeres podamos caminar por la calle con seguridad, sabiendo que volveremos a destino. No como le pasó a Johana, que le hacía frente a todo y que jamás le tuvo miedo a nada. Que volvía siempre, hasta el pasado 26 de julio, cuando el tiempo se detuvo.
Si debo dar vuelta la ciudad para poderla abrazar, ¡lo voy a hacer!
Por favor, me tienen que ayudar.
Por favor, tiene que aparecer.