Un 6 de octubre de 2014, Franco Casco, oriundo de Florencio Varela, que estaba de visita en Rosario para ver a su tía, quiso volver a su ciudad y no pudo: se topó con la Policía de Santa Fe. Franco tenía 20 años, un hijo pequeño y trabajaba como albañil junto a Ramón, su papá, quien actualmente se mudó a Rosario para seguir de cerca la lucha por justicia. La suya fue una detención como tantas otras que sufren cotidianamente los pibes de las barriadas populares, por “averiguación de antecedentes”, por “portación de rostro”, porque sí. Lo golpearon y torturaron hasta matarlo dentro de un calabozo de la Comisaría 7ª de Rosario. Pero no les alcanzó: su cuerpo apareció 24 días después, flotando en el río Paraná.
¡Qué paradójico! Donde la gente tira sus desechos, la policía arroja nuestros derechos. Se deshacen de los pibes como quien saca su basura, quienes portan las armas y los elementos de tortura.
Porque estamos acostumbrados a que quienes desfilan por los pasillos de tribunales y llenan los minúsculos calabozos de las comisarías sean los pibes de nuestros barrios, es que nos resulta tan extraño que la justicia haya respondido rápidamente al pedido de indagatorias y hoy varios integrantes de las fuerzas de seguridad se las vaya a ver con la Justicia.
Treinta policías fueron procesados como autores, co autores y/o encubridores de la desaparición forzada, tortura y asesinato de Franco Casco.
Quince de ellos se encuentran detenidos mientras que a los restantes quince se les dio el beneficio de la excarcelación entretanto esperan el juicio.
Pero claro, tanto no nos podían conceder los dueños del poder. Que podía ser uno, dos, treinta policías, pero nunca toda la institución, desde el gobierno salieron a aclarar. No sea cosa que los vayamos a estigmatizar.
Cuando a un pibe lo matan las fuerzas de inseguridad, los vuelve a asesinar el titular de un diario. Otra vez los grandes medios al servicio del encubrimiento. A contramano de ellos y del olvido, a tres años, no hay quien nos acalle, ni contramarcha que nos pare, seguimos luchando en los Tribunales y en la calle.
Gracias a la lucha que venimos llevando adelante organizaciones sociales, abogados querellantes y familiares como Elsa, su madre, quien murió a fines del año pasado dejando hasta su último aliento en el grito de justicia por su hijo, hoy son ellos quienes deben pararse ante el Poder Judicial a dar explicaciones, a prestar declaraciones.
Porque todos sabíamos que a Franco lo mató la policía, pero hoy estamos un paso más cerca de que se haga justicia.