A los vecinos de las villas porteñas les gustaría decir que es la primera vez, que los tomó por sorpresa, que fue inesperado, que de repente pasó. Pero no. El domingo a la madrugada, muchos vecinos de todos los barrios no durmieron, porque el agua que inundó calles, pasillos y tiras, se metió dentro de sus casas una vez más. Y una vez más, fueron olvidados por el Estado. Hace años que se dan los reclamos, hace años prometen que las cosas van a cambiar. Que el IVC, que SECHI, que UGIS…
Esta habitual tragedia sucede cada vez que llueve fuerte y la atención llega cuando el daño está hecho, cuando ya no es solución porque ya se perdió todo. Los camiones llegan para sacar el agua que se acumuló, pero llegan tarde, la humedad se queda en las paredes y los vecinos la siguen respirando durante días. Algunos nenes y nenas la tienen en sus pulmones desde que nacieron y sufren de enfermedades respiratorias.
En la villa 20 de Lugano, hace más de dos años se hacen reclamos a la UGIS para que mande el camión a destapar. Cuando va es una solución momentánea, pues enseguida las cloacas se vuelven a desbordar. En diciembre, los vecinos, hartos desde hace tiempo, hicieron un operativo de limpieza. El problema es doble: no sólo perdieron una gran parte de su casa con la inundación, sino que no tienen los recursos para tratar con los destrozos. “No tenemos ni cómo limpiar. Yo tuve que juntar agua de lluvia para limpiar mi casa, hace dos años que no tengo. Mi vecino me dio dos baldes, pero con eso no hago nada”, cuenta Olga, vecina de la manzana 23.
El Bajo Flores también se volvió intransitable. Madres con sus hijos en brazos debieron atravesar las calles inundadas, intentando mantener el equilibrio en medio de la corriente de agua. Pero no es sólo dentro del barrio, porque cada vez que llueve, la avenida Perito Moreno se convierte en un río entre las manzanas 9 y 2. Ni los colectivos se animan a navegar por la zona: el 46 ramal Iriarte deja de realizar su recorrido habitual.
En Ciudad Oculta, los vecinos que siguen pegados al Hospitalito se llenaron de agua. Algunas canaletas y caños que salen de la obra que pasan por encima de las casas rebalsaron inundando todo. Peor aún: ya antes se habían tapado por los escombros de la obra y las demoliciones del Elefante Blanco.
En Zavaleta, hace tiempo que se viene haciendo el reclamo por el sistema de drenaje que no funciona bien: se tapan las rejillas, algunas de las cuales no tienen el ángulo necesario para que corra el agua. En las casas de las tiras 2, 4, 6, 8, 10, 11, 14 y de la calle Kevin el agua entra con una fuerza imposible de frenar y en un segundo, llega a los tobillos de los vecinos que intentan salvar lo que pueden.
En Fátima, se inundaron los pasillos de las manzanas 2, 4, 5 y 7, entró mucha agua en las casas de todo el barrio. Las cámaras sépticas se taparon y las cloacas desbordaron. Familias enteras pasaron horas con la casa completamente inundada, perdieron muebles, electrodomésticos y colchones. De las paredes y techos se filtra agua, todo queda lleno de humedad, y si no hubo otra víctima por los cables pelados y la electricidad, fue de casualidad. Cuando Daniela, referente de la asamblea y vecina de la Manza 4, llamó al camión atmosférico de UGIS a las 4 de la madrugada, le dijeron que trabajaba desde las 7. Los camiones no llegaron hasta las 10:30 y recién entonces se destaparon todas las cloacas que los vecinos les mostraron, aunque no fue suficiente.
En la Villa 31, en sectores como el Barrio San Martín, el Cristo Obrero las calles se convirtieron en ríos y las casas del sector bajo autopista junto con la manzana 5, estuvieron sacando agua del interior desde la 1 de la mañana.
En la Villa 21-24, hay casas cuyas paredes tienen filtraciones de agua y están electrificadas, por lo que en cada tormenta los vecinos deben cortar la luz para evitar las peligrosas descargas y asegurar que nadie toque la pared. Y por supuesto en el barrio, cada vez que llueve, la comunidad entera llora, porque todo se inunda yaparece el recuerdo de Gilda, porque como todos saben, le tocó a ella, pero podría haber sido cualquiera.
Siempre lo mismo. Los vecinos se organizan para atravesar el momento de mierda, pero eso no alcanza… La lluvia que cae para luego volverse mierda, barro y basura que sale de cloacas e inodoros llena de angustia invisibilizada la labor cotidiana que martilla constante en los barrios.