La noche del domingo 6 de mayo, a un día de su cumpleaños, familiares y amigos empapelamos gran parte de la ciudad para que se entere la sociedad: Facundo Ferreira cumpliría trece años edad.
Romina, su mamá, mantiene el mejor recuerdo: «Su memoria jamás morirá, quiso ser reconocido por su gambeta, pero le cortaron sus sueños. Aún así recorrió el mundo entero. Siempre será mi negro».
El negrito no tenía armas, como los medios y la policía decían, pero sí un poderoso artilugio: la manejaba con los pies y sí que tenía puntería, cuentan los que lo conocían. Eso era parte de su sueño más grande, jugar al fútbol para ayudar a su familia. Pero el Estado se lo truncó.
«Lo recordamos con la mejor sonrisa, esa que no se borrará jamás de nuestros corazones, Facu estará siempre presente», expresó Malvina Gómez, madrina de Facu.
La lluvia no pudo apagar las ganas de gritar. Apenas llegaron los afiches a La Bombilla, con mucha euforia, pusimos todo a andar: conseguimos una camioneta, buscamos escobillones, armamos el engrudo y emprendimos el camino por Avenida Belgrano, y en una hora ya habíamos cruzado casi media ciudad. A pesar del mal tiempo, finalizamos la pegatina por la madrugada, en la misma esquina donde nos quitaron al negrito.
En Tucumán no se deja de escuchar el clamor popular: «¡Callarlo, no pudieron y no podrán! ¡De Facu no nos olvidamos más!»
