Todos los años es igual: recordar y resistir. Recordar la sonrisa de ese negrito, villero, familiero; resistir con un hueco gigante en el pecho ante tanta mierda que la Justicia tira y tanta impunidad que destila. Y hace nueve años que cada invierno es más frío que el anterior, desde aquel gélido 8 de julio en que el oficial de la Policía Federal Santiago Daniel Veyga decidió privar a Kiki de crecer y sonreír. O quizá desde antes, cuando el ‘Indio’ Chávez de la Brigada 52 decidió volverse su sombra; o hasta incluso un par de años atrás, cuando el Estado decidió no ayudarlo, alegando que «debe cometer un delito para poder internarlo”. O será que este precipicio tiene origen en el principio de esta historia, valga la redundancia, cuando cometió el imperdonable delito de vivir en la Villa 20 de Lugano.
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