9 octubre, 2018
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En las puertas del abismo

 

 

En la esquina de Mariano Acosta y Riestra, una vez más las promesas del Estado se hunden entre sus mentiras: frente a la casa de la familia Niepomniszcze, una rajadura en el pavimento empezó a darse a luz, hasta derrumbarse y generar un gran pozo. Los obreros que trabajaban en la obra cloacal alardeada a nivel nacional, desaparecieron en acción. El agua de la obra comenzó su putrefacción, y la mugre y podredumbre rápidamente comenzaron el camino para que se genere un nuevo derrumbe. Hoy, el agujero tiene 3 metros de diámetro, 10 metros de profundidad, y está lleno de agua.

 

Hace ya casi dos años los Niepomniszcze conviven con la desesperante idea de que su vida puede, literalmente,  venirse abajo en cualquier momento. Prometiendo “extender la red cloacal a 5 millones de vecinos”, en 2016, el Colector Margen Izquierdo comenzó la ejecución de un proyecto presupuestado en U$s 1.200 millones, con financiamiento del Banco Mundial y el Estado Nacional. Desde ese momento, un grupo de monstruosas máquinas excavadoras se instalaron a menos de un metro de la puerta del hogar de la familia. 

 

 

Aunque Macri se jactara de  la importancia de esta inversión a nivel nacional, eso no pudo ocultar la desidia estatal. Intentando terminar a las apuradas, metiendo los túneles a patadas, se olvidaron de un detalle: ¡medir la resistencia de la calle! Las vibraciones producidas por la construcción generaron que paredes y techo de la casa de la familia comenzaran a rajarse, y poco después  toda la casa comenzó a inclinarse. Esas mismas vibraciones son las que hoy generan que el pozo no pare de expandirse. Los cortes de luz, la falta de agua, las alimañas y los mosquitos no tardaron en llegar, haciendo riesgosa y denigrante la cotidianidad.

 

La desesperación por un inminente derrumbe cambió por completo la vida de Leonardo Niepomniszcze, quién vive hace 18 años en esa casa junto a su compañera Mónica Troncoso y sus hijos Agustín y Andrea.  La preocupación le quitó el sueño y el trabajo: “Me cambiaron todo porque yo me iba a laburar sin dormir”. Pero Leonardo no bajó los brazos frente a la violencia de ser invisibilizado, e hizo retumbar su grito ante cada negligencia del Estado, presentando denuncias en defensa civil, todas las veces que fue necesario, hasta que lo quisieran oír. Al acercarse a la casa a finalmente evaluar las posibles reparaciones, regalaron la frase de tapa: “Esta casa no debería estar acá, no figura en el mapa”.

 

Parecería ser que las inversiones millonarias no alcanzan para hacer a tiempo los arreglos necesarios para la estabilidad de un hogar, porque las primeras refacciones tardaron un año en llegar. Y una vez comenzadas, solo más inconvenientes se sumaron: la casa comenzó a lloverse donde antes las paredes resistían a las rajaduras, la pintura se destiñó y las paredes se humedecieron. Mónica denuncia que “nunca vino un responsable a medir mi casa y tomar la medida de los materiales que se necesitaban».

 

 

Sin los arreglos anteriores finalizados, el problema se vuelve cada vez más profundo. Los autos, camiones, colectivos y la vibración del premetro magnifican la abertura del pozo que se acerca a la casa día a día, poniendo en peligro la vida de los conductores, de los transeúntes y de la familia Niepo. Porque en la villa los pozos se viven como una pesadilla, porque no queremos más tragedias como la que vivió Gastón en Rodrigo Bueno, cuando el 9 de marzo de 2015, con solo 13 años murió ahogado en un pozo abandonado por el Estado, al igual que éste, y que también era parte de una obra que debería haberse finalizado, como ésta, y por la falta de respuesta de la UGIS, el SAME y todos los funcionarios estatales, ¡igual que en ésta!

 

La solución definitiva que proponen los responsables del CMI trata de, al cabo de terminar la obra, romper todo el piso y rellenarlo. Y aunque la obra hace cinco meses que no marcha, ni parece haber indicios de volver al ruedo, lo único que sigue creciendo son los agujeros en el suelo: a pocos metros del primero, un nuevo pozo se está generando sobre la calle Riestra.

 

Parecería ser que los responsables de la obra más importante en infraestructura de la ciudad de Buenos Aires no son conscientes de los riesgos y perjuicios que trae a los vecinos de Villa Soldati el agujero negro que abandonaron ya hace meses. No hay cartel alguno que advierta su peligrosidad, pasando por alto que ni siquiera se molestaron en poner un cartel informativo sobre la duración, y la inversión de la obra. Al Estado le son indiferentes las “pequeñas historias” que hay detrás de sus grandes ambiciones, en un barrio que para ellos ni existe.

                                                                                  

Los vecinos de Fátima siguen reclamando que los organismos estatales se hagan cargo de las obras que llevan a cabo, reclaman por falta de información y buscan estar prevenidos. Demandan que antes de poner en riesgo sus vidas, vengan a hacer un reconocimiento del suelo y las infraestructuras cercanas a la obra, que dejen de vender obras que no van a terminar y que generan daños que no van a reparar. Van a seguir exigiendo nuestros derechos. ¡Organizados!

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