27 octubre, 2018
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La Manka Fiesta de las comunidades ¡No se negocia!

Todos los años, cada tercer domingo de octubre del calendario occidental comienza la Manka Fiesta o Fiesta de las Ollas, que se desarrolla durante una semana en el altiplano puneño, a más de 3200 metros sobre el nivel del mar.
Semillas, frutas, verduras, animales y productos derivados son traídos de distintas provincias, como Salta y Jujuy, y del país vecino, Bolivia. Así cada comunidad consigue lo que necesita y ofrece sus productos de forma armoniosa, colectiva e independiente. Este modo de relacionarse y de resolver las necesidades a partir del intercambio de lo que cada quien tiene (sin que nadie explote a nadie) genera una visión comunitaria de la vida. El trueque de especias se hacía antes del genocidio que insisten en llamar «conquista de América». Pero hace unos años, el municipio de La Quiaca empezó a utilizar este encuentro para llevar agua a su quintita.
A través de ordenanzas municipales, obligan a puesteros a pagar impuestos con el argumento de asegurar la distribución de lugares y la limpieza del predio. 
«La Manka fiesta se fue trasladando por varios lugares: por el cementerio, por la ruta a Yavi, yendo para San Sana y ahora aquí, en las vías del ferrocarril como hace 6 años”, cuenta Lucía de 66 años, vecina oriunda de la localidad de Casira (a 45 km de La Quiaca), quien  recuerda haber participado de esta fiesta toda su vida. “Antes venía la gente a burro desde todos lados con ollas, cueros, canastos, y se llevaban fruta, verduras, y ropa”, asegura mientras sigue ofreciendo papa, aba, choclo, flores y otras cosas de su huerta que se siembran en La Quiaca Vieja. 
La herencia más rica de nuestros antepasados es la forma de vida que no busca ganancias sino compartir y subsistir en armonía, con trueques y con cambalache, un rasgo único para poder aprender y encontrar una salida a este sistema de explotación que intenta arrancar nuestras raíces.
«Hay dos caños de agua para casi 300 puesteros, no hay duchas ni piletones para lavar. Yo he visto a la gente hacer un fuentón cavando un pozo y poniendo un plástico para lavar su ropa”, relata uno de los 6 artesanos anfitriones de la actividad. 
«Hace más de 38 años vengo a intercambiar mis productos. Hasta el año pasado pagaba $300, pero este año llegué a pagar $2000 por el puesto y la ubicación», cuenta indignado Miguel, vendedor de ollas artesanales, mientras muestra un recibo como constancia del pago. 
Sin garantías de un espacio accesible y en condiciones de llevar a cabo la práctica de intercambio, los artesanos no se niegan a pagar un monto mínimo sino a la cantidad exagerada de impuestos ordenados por la municipalidad.
El responsable es el intendente, Miguel Ángel Tito, que días antes de iniciada la feria afirmó que no iba a bajar el costo de cobros de los puestos mientras los puesteros reclamaban no quedar afuera de su propia fiesta milenaria.
No satisfecho con el cobro, mandó a colocar dos carteles al ingreso que dicen: “Presidencia de la Nación”. Sí, justo en un encuentro precolombino, como si por amnesia temporal no recordara que el presidente negó la identidad asegurando que «todos los argentinos descendemos de Europa». Entonces nos quedó bien clarito el motivo del cobro: quieren apropiarse de esta celebración basada en valores ancestrales. Pero no vamos a permitirlo, la feria será de y para las comunidades.
No hay que negociar la identidad bajo ningún concepto, con ningún gobierno oportunista que quiera adueñarse y lucrar con la cultura ancestral; esta también es parte de esa herencia de nuestros antepasados.
Ya pasaron más de 500 años del genocidio; sobrevivimos a Colón, a todas sus descendencias y a todos los que como él vinieron a pasarnos por arriba quedándose con lo nuestro, ¡miren si no vamos a sobrevivir a Tito!

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