* Por Dina Choquetarqui y Alan Navarro, comunicadores de la poderosa asamblea de Villa Fátima.
El día 23 de diciembre, dos días antes de navidad, a modo de hacer un balance general de los comedores y merenderos de nuestros barrios, madres, abuelas e hijas nos contaron la realidad que atraviesan al encargarse de estos espacios populares, que además de dar un plato de comida, son un espacio de contención que abarca problemáticas de salud, violencia de género y educación.
Nelida Vargas, del comedor Evita del barrio Zavaleta, nos cuenta que «Cada vez más vecinos se acercan en estos últimos meses del año. Trabajamos con los chicos que vienen a apoyo escolar, que para un barrio es muy importante. Si no tienen para comer menos van a tener para una maestra particular. Resolvemos problemas como conseguir una cama si alguien no tiene donde dormir. Somos la contención de gente que vive situaciones muy difíciles».
Mientras que Flor de María Ochoa Ruiz, encargada del comedor «Miski Mate Kambi» de Rodrigo Bueno, nos dice por qué las listas de espera no paran de aumentar:
«El motivo es la falta de trabajo.»Despiden a vecinos todos los días, los contratan para obras y no les pagan puntual, a veces sólo por 3 meses y después se quedan sin trabajo o los subcontratan y están en blanco pero sin obra social».
Desde las asambleas poderosas advertimos que las cosas cuestan cada vez más, y sabemos que hay quienes la están pasando peor, por eso decidimos organizarnos para llevar un plato de comida a quienes viven en la calle. Ottilia Concha, del barrio 21-24, lleva adelante semanalmente la olla popular, junto con vecinas y vecinos de otros barrios, en distintos puntos de la ciudad.
«Los compañeros que realizamos la olla popular, decidimos dar un recorrido y hablar con personas en situación de calle. La verdad es que la pasan muy mal y son los olvidados y víctimas de este sistema que los expone a la decadencia de valores».
Esa tarde, fuimos testigos de su fuerza, esa que llevan dentro para afrontar el día a día de los barrios. Son madres que con el mismo amor tratan a sus hijos y a cualquier chico al que le dan un plato de comida. Flor de María agrega que «Somos mujeres que, además de cocinar, cumplimos todos los días el rol de docentes, abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales, sin recibir ningún reconocimiento del Estado. Y que gracias a la lucha y la organización pudimos conseguir».
Todas las personas ahí reunidas hicimos un brindis para desearnos un próspero año nuevo y seguramente el 2019 nos encontrará luchando.