* Por Amparo Reynoso, amiga de Flavia Fernández, víctima de femicidio.
Conocí a Flavia a principios del año 2015, yo apenas tenía 14 años y ella 19. Hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Ella se preocupaba mucho por mí, me cuidaba desde el cariño, desde el afecto que puede ofrecer una hermana. Eso es lo que más extraño, era muy dulce. En el último mensaje que me escribió, dijo que yo merecía ser feliz, que me debía llegar todo lo lindo de esta vida.
Ahora soy yo la que tiene ganas de decirle que ella también merecía todo eso. Que merecía estar con vida. Que en ningún caso su final debió llegarle a los 22 años, ese 5 de septiembre de 2018, en el que Facundo Pérez decidió asesinarla. Ese final no debe llegarle a ninguna mujer, ninguna niña, no debe llegarnos. Nos queremos vivas.
Pasaron tres meses desde que su mamá, Ivana Oviedo, encontró su cuerpo tendido en el piso con cinco puñadas en el cuello. El dolor no pasa. El riesgo en el que nos encontramos las mujeres tampoco.
30 femicidios registramos en la provincia de La Pampa de mujeres que fueron asesinadas por la violencia machista, porque pasa el tiempo, pero nada cambia para nosotras. Somos violentadas, estigmatizadas, abusadas y cuestionadas por el largo de la pollera o por la fuerza de nuestros gritos ante la opresión.
Conocí al feminismo de la mano de mi abuela hace ya muchos años. Vivo en el Barrio Plan 5000 de la ciudad de Santa Rosa y voy al Colegio «Provincia de La Pampa». Milito en una colectiva que lleva el nombre de otra víctima de femicidio: Andrea López, es la cara y la razón de lucha de “Todas Somos Andrea”. Hoy tengo 18 años y nunca pensé que, a pesar de estar comprometida con la militancia por nuestros derechos, la muerte de una amiga iba a atravesar mi historia. Una nunca está preparada para enfrentarse a la violencia más cruel y estructural que ejercen los varones sobre nuestros cuerpos.
Con Flavia teníamos amigos y amigas en común, compartíamos mates y boliche. Elijo escribir situaciones cotidianas, porque no quiero que la olviden, porque era una persona maravillosa, llena de luz. Y acá, en nuestra provincia, su femicidio no tuvo más que algunas tapas de ocasión en los diarios locales. Para esta sociedad patriarcal, Flavia fue un número, otra muerta más cada 32 horas.
Muchas personas la juzgaron, la culparon. Repitieron eso que todavía se escucha como parte un discurso establecido para sesgar la responsabilidad que nos cabe a todos y todas en esta transformación que es urgente, cultural y política. Que porqué no salió de esa relación. Que cómo no se dio cuenta antes.
La violencia en el noviazgo es algo que veo todos los días en las relaciones entre mis pares y también que no se hace hincapié en la deconstrucción de esos vínculos. Veo que todos vemos y que pocos, pocas, nos comprometemos en desnaturalizar esas violencias que operan bajo el estandarte del amor romántico. De esto no se habla en los colegios, no se discute, no se debate, no se informa. Por eso la ESI es un derecho y una urgencia.
Armemos lazos resistentes para comprender que quien te quiere no te insulta, no te pega, no te aísla. Unámonos en la lucha para reclamar la emergencia nacional. No olvidemos a las que hoy no pueden hablar. Nos convocó a nombrar en cada espacio que podamos a las pampeanas asesinadas por ser mujeres, por ser pobres, por ser jóvenes, por ser viejas, por ser gordas, por ser flacas, por gritar demasiado o por haber sido silenciosas. Cualquier excusa fue válida para los femicidas.
Neri Nieves González Arguindeguy, Gladys Wals, María Angélica Gandi, Nilda Graciela Flores, Mónica Villalabeitía, Andrea López, Verónica Feraude, Rosa Agustina Barrionuevo, Luciana Ocampo, María José Stella, Soledad Ernestina Muñoz, Patricia Ponce, Miriam Flores, María Estefanía Malsam (16 años), Verina Peinetti, Daniela Villalba, Daniela Miranda, Gladys Wilberger, Claudia Noemí González, María del Carmen Paredes, Carla Figueroa, Sofía Viale, Brenda Italó Andrada, Maria Guadalupe Puebla, María Zulema Liek, Guillermina Fortes Álvarez, Claudia Goncalves, Sara Rosa Zabala, Sonia Alvarado, Flavia Fernández.
¡Presentes aunque el Estado siga ausente!