* Por Laura y Judith Chocobar, hermanas de Marcela Chocobar.
Pasaron tres años y tres meses del transfemicidio de Marcela y aún no tenemos fecha de juicio. Hoy pedimos que se conozca su historia, se visibilice a los culpables y se haga justicia.
En total somos cinco hermanas que llegamos en la última década desde Orán, Salta, a trabajar a Río Gallegos. Marcela tenía 26 y era la menor, siempre la cuidábamos y no pasábamos un día sin saber de ella. La noche del 6 de septiembre de 2015 fue a Russia Bar junto a su amiga Cindy Morena, también trans. A la salida, cerca de las 6:20, se subió a un Renault 9 rojo y nunca más volvimos a verla con vida.
La Comisaría Primera, a cargo del comisario Andrés Fernández, investigó su desaparición. Durante los ocho días de búsqueda no perdimos la esperanza de encontrarla viva, aún soportando el trato del personal policial, que nos decía que Marcela seguramente estaría “enfiestada” y que por eso no se comunicaba.
Según testigos y la investigación que realizó la División De Investigaciones de la Policía (DDI), en el interior del Renault 9 se encontraban Oscar Biott y Ángel Azzolini. Esa noche estaban festejando el cumpleaños de Biott y llevaron a Marcela la cabaña donde vivían ambos sobre Av. Gregores, que alquilaban a la empresa “Kank y Costilla”. Allí estaban un tal “Rasta”, del que poco se sabe y Adrián Fioramonti, quien declaró haber pasado la noche junto a su mujer, empleada del Tribunal Superior de Justicia de Santa Cruz. Una hora después, el auto salió de la cabaña en dirección la Laguna Ortiz y hasta ahí llega el registro de las cámaras de seguridad.
El 14 de septiembre de 2015 un vecino del barrio San Benito descubrió un cráneo calcinado y dio aviso a la policía: era Marcela. También encontraron su ropa en el lugar, aunque no nos llamaron a reconocerla. El resto del cuerpo nunca fue encontrado. NUNCA.
Ahí comenzó un camino interminable de lucha, discriminación y violencia institucional. Medios provinciales y locales hicieron ver a Marcela como culpable, como si se lo hubiera buscado por salir de noche, por cómo se vestía, por subirse a ese auto rojo. Parecía más importante dar a conocer si era prostituta o no, que el nombre de sus asesinos. ¿Alguno se habrá detenido a pensar en ella o en su familia? ¡Con qué necesidad se difundió la foto de su cráneo! Aún hoy lloramos de bronca y dolor.
La causa se tramita en el Juzgado de Instrucción N° 3 a cargo de la doctora Roxana Suárez. Tardaron 7 meses en dar con Biott, Azzolini y Fioramonti. Durante ese tiempo los dos primeros se habían fugado a Caleta Olivia por sugerencia de Fioramonti, pero regresaron a Río Gallegos para vender el auto, mediante el padre de Azzolini que se lo vendió a una compañera de trabajo. Luego ella se acercó a la policía para consultar si el vehículo ya había sido allanado por la causa de Marcela. Gracias a esto se pudo realizar el allanamiento y finalmente detenerlos el 17 de abril de 2016.
La DDI desde un comienzo investigó a los tres imputados, cruzando información de comunicaciones telefónicas, pero el Juzgado rechazó sus pedidos y esto impidió la realización del allanamientos durante los primeros meses. Creemos que estas dilaciones no son casuales, como así tampoco el intento por desviar el foco sobre Fioramonti que hoy está sobreseído y libre, con la posibilidad de amenazarnos en la calle, como le sucedió a nuestra hermana Gabriela el 23 de agosto de este año mientras esperaba el colectivo. En ese momento, Fioramonti pasó en auto con su hija, la vio a mi hermana y empezó a hacerle señas con las manos de que le iba a cortar la cabeza. Por suerte el colectivo llegó rápido. Gabriela hizo la denuncia en la Comisaría Primera y de allí pasó al Juzgado Nº2, él mandó a su abogado y hasta el día de hoy mi hermana está esperando la citación.
Oscar Biott y Ángel Azzolini permanecen detenidos, pero se niegan a declarar qué pasó con Marcela y dónde está su cuerpo. La carátula de la causa es homicidio simple ¿Acaso no hay pruebas suficientes de que este es un crimen de odio? Cuando llegue el juicio apelaremos para que se cambie a “homicidio agravado por la condición de género” y para que Fioramonti sea imputado por encubrimiento.
Ya no esperamos mucho de la Justicia, sólo nos queda la condena social: que se sepan sus nombres y se difundan sus rostros, porque eso es lo que más temen.
Marcela marcó una revolución en Río Gallegos. Luego de su asesinato se abrió la primer Dirección de Diversidad, se realizó la primera de varias Marchas del Orgullo y trans y travestis se animaron a salir a la calle. Esto no es para nosotras, es para todxs.
Donde sea que esté, sabemos que está feliz por lo que nosotras hacemos. Desde el primer día luchamos para que se sepa la verdad de lo que le hicieron a Marcela y seguiremos buscando justicia, para que esto no pase nunca más en Río Gallegos, ¡por eso gritamos ni una travesti ni una trans menos!