* Letras, Antonella Yñiguez. Dibujo, Melina Cubilla. Fotos, Roque Azcurraire.
Comunicadores de la poderosa asamblea de la Villa 21-24.
Si hiciéramos un recuento de todas las cosas que nos golpearon en el 2018 la lista sería enorme. Pero también nos dejó muchísimas fuerzas para seguir en pie, organizándonos para resistir y transformar la realidad. Comenzamos el año viendo como Mauricio Macri y Patricia Bullrich recibieron a Luis Chocobar, el policía imputado por fusilar de dos tiros en la espalda a un pibe. Lo abrazaron y lo felicitaron frente a las cámaras de los medios hegemónicos.
Después, varios prefectos irrumpieron en la casa de nuestra referente de géneros, Jesica Azcurraire, a quien manosearon descaradamente. También secuestraron a su compañero Pablo Mónaco y a su hermano Roque Azcurraire, fotógrafo de La Garganta Poderosa, llevándolos hasta una garita. Allí además de los insultos y la injustificada paliza; nuevamente recurrieron a prácticas de tortura. Fue un operativo totalmente ilegal, razón por la cual los damnificados fueron liberados al día siguiente.
Lamentablemente estas prácticas por parte de la Prefectura no son nuevas. En 2016 se llevaron a nuestros vecinos Iván Navarro y Ezequiel Villanueva Moya a la vera del Riachuelo para torturarlos. Pero esos casos no quedaron impunes: en septiembre del 2018 logramos, gracias a la lucha y organización de los barrios, que condenen a los seis torturadores de los pibes con penas de entre ocho y diez años. Fue inédito que las y los villeros llegáramos a esas instancias.
Se nos vino encima un año donde más que nunca la represión fue política de Estado, pero, así como ellos nos vinieron a imponer la “Doctrina Chocobar” de represión e impunidad, desde los barrios redoblamos la apuesta y seguimos sosteniendo cada vez más convencidos y convencidas nuestro Control Popular a las Fuerzas de Seguridad.
Hace dos meses nada menos que un tanque de guerra circulaba por Villa Zavaleta como si nada, en plena democracia; como herencia del G20 se fueron los líderes mundiales y nuestro país se llenó de balas.
En estos tres años de Cambiemos hubo un muerto cada 22 horas, según cifras de CORREPI, en manos del aparato represivo; incluyendo, entre estos casos, a personas desarmadas que estaban en una protesta o en cárceles.
Ese es el contexto que busca esta ola neoliberal que nos inundó, oficializó y legitimó su política con la resolución 956/2018, que habilita el uso de armas de las fuerzas bajo cualquier circunstancia que la policía considere peligrosa: una fuga, una manifestación, un mal movimiento, objetos similares a un arma de fuego, tu cara o tu gorra. Para dejarlo en claro, hicieron ley el gatillo fácil.
En estas fiestas, bajo el arbolito, nos dejaron más balas que tizas como regalo. ¿Y para los Reyes, qué nos trae el Estado? Van a comprar 300 unidades de pistolas Taser, para aeropuertos y trenes, que tienen la capacidad de inmovilizar de forma instantánea a quien recibe la descarga, ya que genera múltiples contracciones musculares por segundo. Estamos hablando de picanas. Y ahora, en febrero, el gobierno se encargará de enviar al Congreso un proyecto de ley para bajar la edad de imputabilidad a 15 años, siguiendo con sus políticas de estigmatización y criminalización.
Nos quieren quietas e inconscientes. Mientras luchamos por la reivindicación de la educación, generamos fuentes de laburo cooperativista como nuestras cooperativas gastronómicas “Cienfuegos” de Retiro y “Che, que rico” del barrio de Fátima, o cooperativas de nuestras casas de las mujeres, como: “Mika Gaona”, una coope de peluquería y maquillaje, o la coope “Arely” de encuadernación y “Rustica”, una cooperativa de indumentaria; también armamos un campamento a Santa Teresita para que los pibes y las pibas puedan conocer el mar, ellos sólo piensan cómo seguir matando personas. Acá nos tienen, resistiendo contra la represión y el hambre. Nos quieren ver caídos y rendidos, pero no lo van a conseguir. Más temprano que tarde, aunque nos tropecemos, desde los barrios vamos a vencer.