* Por Francisca Amarilla, mamá de Alejandro ‘Nano’ Amarilla, víctima del gatillo fácil de la Policía Provincial de Misiones.
El 30 de junio de 2018 había jugado Argentina, el Nano esa tarde se fue a la cancha de nuestro barrio A-32, de la ciudad de Posadas. Ahí se armó una pelea y cuando volvió me contó: “Mamá me pegaron”. Le dije que se quede en casa, que no salga más. Esa noche, con mi marido fuimos a lo de mi hermano y como se nos hizo tarde nos quedamos a dormir ahí. A las 5 de la mañana, mi otro hijo me llamó desesperado: “¡Mamá, vengan rápido! ¡Nano está tirado en el suelo, está todo frío!”. Lo había encontrado en el pasillo del baño de casa, tenía dos disparos.
Los vecinos nos dijeron que Nano estaba sentado en un arbolito que está ubicado frente a nuestra casa. Que estaba tranquilo, que se estaba durmiendo y que de pronto el ahora ex sargento Esteban Soley llegó al barrio en una patrulla y se bajó disparando sin ningún motivo. Que junto a él estaba el oficial Salomón Villalba y que alcanzaron a escuchar cuando Soley le dijo: «éste no se levanta más».
A Nano lo dejaron tirado y se fueron.
Sabemos que el sargento volvió al rato en moto, con otra persona, y que juntó los casquillos. Todavía no entiendo ¿si querían detenerlo, por qué simplemente no lo redujeron, si estaba casi dormido? Podrían haber llamado a una ambulancia.
De la investigación del caso se encargó la Policía Provincial. Nosotros desconfiamos de ellos, por eso pedimos que pase a ser investigado por Gendarmería Nacional, pero todavía no conseguimos respuestas. Hasta hoy, Soley se encuentra con prisión preventiva, paseando de comisaría en comisaría. Aún no hay fecha de juicio.
Para cubrir los costos del proceso penal, para pagar al abogado, para pagar la pericia balística que nos permitió probar que el sargento usó su arma reglamentaria “Ithaca”, realizamos ventas de pollos y empanadas. Ninguna autoridad del Estado se acercó para ayudarnos.
Lo que más deseo es que el asesino de mi hijo sea condenado. Esteban Soley tenía que reguardar la vida de Alejandro, no quitársela. A Nano lo recordamos tomando mates y mirando la tele en casa, él pasaba mucho tiempo con nosotros. Sabía hacernos reír cuando nos veía serios. Siempre se la rebuscaba con el trabajo, recorría empresas o hacía changas, cortaba el pasto, ponía un piso, levantaba un muro.
A todas esas familias que pasaron por lo mismo que nosotros les digo que procuren salir adelante y que busquen justicia.
¡No nos callemos, no tengamos miedo!