19 septiembre, 2019
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En cada gol, vive Paul

 

 

Imaginemos una tarde en el barrio cordobés Yapeyú, con el atardecer del sol que brilla en la tierra del potrero, mientras se juega un picadito entre gambetas, pelotazos, pases y abrazos de gol. Imaginemos cómo disfruta la gente que juega con el alma y un sentimiento en el pecho, visualicemos los ojos que miran desde afuera cargados de asombro. Imaginemos a Paul Bereciartua, ahí, como un protagonista en estos escenarios, todos los días.

 

El pibe hacía de lo imaginario, de lo imposible, una realidad. Rodeado siempre de familiares y amigos, andaba todo el día con la sonrisa en su cara y una pelota de fútbol en los pies. Tan así fue que a sus 15 años debutó en Club Atlético Libertad, ubicado camino a Chacra de la Merced. Único en lo que hacía, como cada pibe y piba en este mundo, pasó a jugar para Belgrano hasta llegar a formar parte de Boca Jrs.

 

“Me decían que jugaba bien al futbol, yo nunca le preste atención, hasta que Michel (hermano de Paul), me dijo que tenía que ir a verlo por qué jugaba bien. Después lo vi debutar en Libertad, y la verdad que jugaba bastante bien, yo me entusiasme mucho. Es lindo como padre ver a tu hijo jugar en las inferiores y que cumpla sus sueños”, nos contaba con emoción es su mirada Miguel Bereciartua, padre de Paul.

 

Walter Castro, vecino y amigo eterno de Paul recuerda muy bien esa hermosa amistad que tuvieron: “Son lindo los recuerdos que tengo sobre él, un bueno jugador, un buen amigo, como compañero siempre estaba. La amistad se asimilaba con la misma pasión que tenía con el futbol, me hubiera gusto jugar un último partido con él. Estando en momentos buenos o malos, él siempre estaba, ese espíritu que tenía él, ese plus que aún no encuentro en otras personas, que se haga valer como amigo, que se haga llamar como amigo. Tenía siempre la voluntad de ayudar a los demás”.

 

Con la pelota como bandera, con la pasión como amuleto, el “Paul” se plantaba y agitaba como ninguno, y miraba fijo al arco en el momento oportuno. Ahí en la cancha era donde su presencia hacía la diferencia, en esto de jugarse el alma y el cuerpo como un acto de resistencia. Ante esta historia no podemos hacer silencio, porque es esencial mantener en la memoria a quien ha dejado huellas en su familia, en sus amigos, en cada calle de su barrio.

 

Paul fue asesinado el 8 de septiembre de 2016, a sus 21 años, por una bala maldita que recibió mientras volvía de jugar en el potrero del barrio. El 8 de septiembre de este año se cumplieron 3 años de su asesinato, los culpables cumplen condena en el penal de Bower.

 

Miguel agrega que: “para nosotros siempre va a estar, siempre va a vivir, tanto en mí, como en la madre, en toda la familia, nunca lo vamos a olvidar, siempre va a estar presente en alguna forma”.

 

Por eso, por su memoria y por la de todos los pibes que nos faltan injustamente, el pasado domingo 8 de septiembre realizamos una jornada de fútbol popular con vecinos y vecinas del barrio Los Cortaderos, re-pintando su mural en el barrio y entre rondas y charlas, mates y facturas, lo recordamos. Por el amor que nos une en la memoria de Paul, llenamos nuevamente de colores las paredes con su nombre y una frase para el recuerdo: ¡No ha sido tu despedida, sino tú punto de partida a la vida eterna!

 

 

 

 

 

 

 

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