1 octubre, 2019
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Jueza Wagmaister, ¡teléfono!

 

 

 

*Carta de una denunciante en el Juzgado nº 88 de la Dra. Adriana Wagmaister de Capital Federal.

 

El lunes 13 de mayo de 2019 tuve la primera consulta con mis abogadas por mi divorcio. La noche anterior había sido violentada por mi marido. Lo conté con mucha vergüenza. Me asesoraron, entendiendo que no es lo mismo llevar adelante un divorcio en buenos términos que uno con hechos de violencia de género de por medio. Fui a la Oficina de Violencia Doméstica acompañada por una prima, para radicar la denuncia. Saqué un número y esperé ser atendida mientras observaba que a mi alrededor había muchas mujeres también a la espera. Cuando llegó mi turno me pidieron los datos y me explicaron brevemente el procedimiento; iba a tener una entrevista con un equipo interdisciplinario que evaluaría mi caso, luego eso pasaría a un juzgado donde la jueza daría lugar a las medidas cautelares que creyera convenientes.

 

La entrevista en la OVD es estructurada, tenés que responder “si, no o no sé”, hay una abogada que tipea todo lo que relatás y una psicóloga que va interviniendo. Te informan que te van a grabar, solicitando que seas específica en las respuestas. Por ejemplo, si tenés que contar cuantas veces te golpearon, que digas la cantidad, no que respondas “muchas o pocas”. Me preguntaron qué nivel de estudios había alcanzado. Ante mi respuesta resolvieron avanzar en esa parte; “ya sabes cuáles son los tipos de violencia” y los repasaron muy rápidamente para que quedaran grabados. La psicóloga me ofreció carilinas y dijo: “te veo muy angustiada, es lógico, estas contando tu vida a 2 personas que no conocés, ¿qué te tiene tan mal?”. Sentía vergüenza, y tenía mucho miedo. La abogada por momentos me interrumpía: «a ver, pará, porque hablas muy rápido y yo no llego a tipear». Hablaba como podía, estaba contando cosas muy intimas y me generaba mucho dolor recordar. Me ofrecieron acompañamiento psicológico y jurídico de manera gratuita. No hacía falta, ya contaba con abogadas acompañándome. Llegando al final, la pregunta fue qué medida quería pedirle a la jueza. Pedí todas; prohibición de acercamiento, para mí y mis dos hijas, y el botón antipánico. Un procedimiento en la OVD puede durar 3 horas. Mi turno era a las 17:30hs, por lo que terminé a eso de las 21:00hs. Antes de finalizar, la persona que atendía mi denuncia dijo: «señora, por favor espere un poquito más, Usted hoy ya se lleva el botón». Lo que se olvidó de mencionar es que tenía que ir a buscarlo a la comisaría sola, de noche.

 

Al día siguiente volví a la Oficina, me llevaron al juzgado y me dijeron que espere la resolución. Después de una hora salió una joven y me entregó 2 copias, una para mí que debía tener encima en todo momento, y la otra debía llevarla a la comisaría que correspondía al domicilio de mi agresor para que lo notifiquen. Leí la copia, faltaba la prohibición de acercamiento a mis hijas, lo manifesté y la joven me respondió que hablara con mis abogadas. Insistí. Señalando además que llevar yo misma la copia era meterme en la boca del lobo. La respuesta fue similar: “lamentablemente funciona así”. Pedí la dirección de la comisaría y la respuesta volvió a ser nefasta: “googleala”. Rompí en llanto y llamé a una amiga pidiendo que me pasara la dirección. Me dirigí a la comisaría mientras pensaba que tenía que volver a mi casa lo más rápido posible porque cuando él se enterara, se iba a poner como loco e iba a buscarme. En ese mismo momento me llamaron del jardín diciéndome que él estaba en la puerta pidiendo retirar a mi hija.

 

No fui a la primer audiencia solicitada por la asistente social, ya que mis abogadas me aconsejaron que no me exponga a verlo. Ellas fueron al juzgado y sólo lograron que nos citarán otro día en un horario diferente. Fuimos con una de mis abogadas, nos dijeron que nos anunciemos en Asistencia Social. Tocamos la puerta; adentro estaban mi marido y mi ex, el papá de mi hija más grande. No entendía qué sucedía, lloré desesperada, con miedo de morir en ese juzgado, en el lugar donde tendría que sentirme segura. Al atendernos por fin, reclamamos la falta de respeto que tuvieron, la asistente social respondió que no fue su intención, que desconocía que mi ex pareja estaba ahí. Sin embargo, no contaba con mucho tiempo y preguntó qué era lo que queríamos dejar por escrito. Respondí que necesitaba alimentos y dijimos un monto, la asistente se rió y contestó que, como mucho, la jueza iba a fijar el mínimo.

 

Desde entonces mi primer marido me persiguió por todos lados, merodeando por todo el barrio, por el colegio de mi hija mayor, por el supermercado y por el subte. Hacía 6 años no lo veía. Vivo encerrada en mi casa y al salir, aparece. Ya sin fuerzas, radiqué una denuncia contra él en la OVD. El 14 de agosto fue la segunda audiencia, la fijó la jueza para escuchar a las partes. Nuevamente fui con mi abogada al juzgado. Pedía por favor no encontrarme con mi agresor. Al llegar, la asistente social que nos recibió era otra. Nos informó que las medidas cautelares quedaban sin efecto en el ámbito del juzgado, argumentando que había personal policial. Pregunté si era como el que tardó 35 minutos en acudir al botón antipánico, porque de serlo no me daba seguridad. Sonrieron y dijeron «pida una tobillera, señora». Ingresamos a una sala donde estaba mi marido. Al iniciar, la jueza nos dijo que todo lo que pueda solucionarse extrajudicialmente era mejor, de forma que los abogados hablasen entre ellos y de no acordar, ella tendría la última palabra. En ningún momento habló de la perimetral a mis hijas. Al contrario, fijó un régimen provisorio donde mi hija más chica se encuentre con el padre 3hs, martes y jueves, siendo intermediario mi papá. Me preguntó si quería solicitar algo más, pedí subir la cuota alimentaria. Por lo que miró a mi marido y dijo: “¿usted quiere más días con su hija? si lo quiere, subo la cuota». En cada palabra había más violencia y reafirmaba la negligencia del poder judicial. Me pidieron que firmara y me retirara, lo hice, fastidiada de la inoperancia estatal.

 

Esto sucedió en el Juzgado nº 88 de la Dra. Adriana Wagmaister de Capital Federal. Allí carecen de perspectiva de género y exponen a quienes estamos en situación de violencia a compartir un mismo espacio con nuestro agresor. Afirman que en los juzgados queda sin efecto cualquier medida cautelar porque tienen personal, sin reconocer los tipos de violencia y sometiendo psicológicamente a la mujer, a quién deberían contener y defender. Pasan por encima la Ley 26.485 que en su artículo 4 menciona los tipos y modalidades de la violencia. Ellos, justamente quienes deberían hacerla valer. Niegan la prohibición de acercamiento hacia las menores cuando existen sobradas pruebas de los daños que le genera a los niños la violencia que es ejercida hacia sus madres. ¿Qué es para esta jueza ser un buen padre? ¿Una cuota alimentaria puede estar supeditada al régimen de visita? ¡Qué buena bromista!

 

Esta Justicia patriarcal que sigue re-victimizando a las mujeres en situación de violencia tiene que parar. No se pueden seguir fijando audiencias con fines conciliatorios cuando es asimétrica la posición y el vínculo entre las partes. Escasea la libertad de decisión, por el contrario, hay un exceso de perturbación. Sra. Jueza, ¿quién puede llegar a un acuerdo con alguien a quien le teme? Hay que frenar con este sistema de opresión y garantizar la educación de quienes trabajan en los juzgados, haciendo valer los derechos alcanzados. Mientras exista la Justicia Patriarcal, no habrá Ni Una Menos.

 

 

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