Pensando a la salud integralmente, comprendimos que la dimensión mental es fundamental: el estrés, la depresión, la ansiedad, o los problemas diarios que suponen una carga extra. Cuando no tenemos para comer, cuando nuestras casas se inundan debido a la lluvia y rebalsa la mierda de la cloaca, cuando tenemos que salir a socorrer a una vecina que está en situación de violencia o un vecino amedrentado por las Fuerzas de Seguridad, cuando nos sentamos a escuchar a las pibas y pibes en situación consumo problemático, cuando somos las jefas y jefes de familias numerosas, no podemos detenernos a pensar en nuestra salud mental.
El cuidado, la prevención y el tratamiento de la misma no deberían ser un privilegio, sin embargo, la falta de acceso se profundiza en nuestros barrios en los que el servicio terapéutico está colapsado por la demanda, y los profesionales que el Estado pone a disposición no dan abasto. Los villeros y villeras no vamos a seguir dependiendo de las listas de espera para acceder al tratamiento que necesitamos, tratamiento que debe ser planificado de forma interdisciplinaria, sumando la psiquiatría como disciplina fundamental.
Acrecentar los equipos de salud mental en los barrios es una urgencia.
Por eso convocamos a psiquiatras que quieran formar parte de un dispositivo territorial para abordar las problemáticas de salud mental que nos atraviesan. Mientras, seguimos luchando por un sistema de salud pública con un presupuesto acorde, que pueda cubrir las demandas de quienes somos usuarios del mismo, a través de un trabajo articulado con el territorio.
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