13 mayo, 2020
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Acaban de intubar a Ramona

 

#BastaDeSilencio

 

¿Y ahora? Y ahora Ramona tiene coronavirus, sí, la misma Ramona que salió en todos los informes y videos que publicamos desde que comenzó el aislamiento inviable para los barrios abandonados, denunciando el sometimiento a las condiciones infrahumanas que padecía en la Villa 31, no sólo ella, insulino-dependiente, sino también todas las demás personas que habitaban su precaria vivienda, incluida una hija diabética, un suegro con problemas coronarios y otra hija en silla de ruedas, que no habla, no camina, no mantiene postura y requiere oxígeno nocturno, porque tiene síndrome de West y síndrome de Aicardi, una patología que le genera convulsiones refractarias no evolutivas. O sea, 100% dependiente, ¿entienden? Estuvieron 55 días aisladas en esa misma casa, que hoy tampoco tiene agua y ya ni siquiera tiene a Ramona, porque la acaban de intubar.

 

«Otro positivo», las pelotas.
«Otro positivo», cuando cuentan numeritos.
«Otro positivo», es otro mar de lágrimas y gritos.

 

«Y publiquemos que finalmente nos llegó el virus», exige su familia, «que nunca nos relocalizaron, que nunca nos escucharon». ¿Qué nos quieren explicar? ¿Qué más debiéramos callar? ¿Cuántos compañeros con respiradores vamos a esperar? Ahí, en la misma vivienda del sector Bajo Autopista, Ramona pasó 12 días pidiendo auxilio, sin agua, rogando que por favor materializaran su traslado. Lo imploró, lo gritó, lo lloró, un día en Telefé, otro día por la TV Pública, todos los días en La Garganta, pero ni así logró arrancarle al periodismo esa mordaza que propios y extraños presentan como barbijo, para no romper lanzas con Rodríguez Larreta, ni hacerse cargo de sus propias estadísticas. «Ya se normalizó la situación», se cansaron de afirmar, mientras Ramona suplicaba un hilito de agua frente a sus canillas, contemplando los traslados en tandas de todos sus vecinos al hospital, entre cotidianos cortes de luz. Nada de todo eso alcanzó, ni para blanquear la realidad, ni para reforzar el dispositivo Detectar, ni para que Ciudad dejara de manipular los datos, ni para que Nación dotara con un mínimo termómetro a nuestras propias postas de Salud, ni para que aceleraran los datos de las barriadas del conurbano, ni para que relocalizaran a una familia con todos esos grupos de riesgo hacinados en un par de metros cuadrados.

 

Y no, no se trata de la densidad, ni de la contagiosidad, ni de la irresponsabilidad de la sociedad: simplemente se trata de la desigualdad, que ya nunca volverán a presentar como «normalidad». Porque la gestión porteña tiene a su cargo la situación habitacional de Ramona y su familia desde 2016, postergando su relocalización de manera crónica y silenciosa, tan silenciosa como resulta su propia internación todavía. Pero claro, Señor Jefe de Gobierno, «usted no habla de politiquería». Ramona dejó su vivienda gritando y pidiendo ayuda a cualquier diario, a cualquier funcionario, a cualquier argentina, a cualquier vecino, a cualquier Dios…

 

Ahora seremos miles,
hasta que los aturda el eco de su voz.

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