24 mayo, 2020
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Hace un mes nos preguntamos: ¿Qué hicieron con Franco?

 

 

Hace exactamente un mes, un viernes 24 de abril a las 20:20 hs, en la localidad de Villa Mercedes, provincia de San Luis, Franco Marangüello, de 16 años, estaba en la vereda de su casa con un amigo. En ese momento, llegaron al lugar las motos de Policía del DRIM (División de Rápida Intervención Motorizada), interceptaron a los jóvenes, los verduguearon, pero sólo se llevaron detenido a Franco, dejándoles un encendedor y veinte pesos en las manos a Mariana Antonella, su hermana, y Vanesa, su pareja.

 

Sandra Bravo, su madre, estaba trabajando cuando su hija le informó lo ocurrido. A las 22:45 hs, ella entró a la Comisaría de Asistencia a Niñez, Adolescencia y Familia (CANAF). Allí, le pidieron que firmara unos papeles para retirar a su hijo. Al rato, comenzaba el revuelo en el lugar: policías yendo de acá para allá, el corte de la calle de acceso a la comisaría, la posterior llegada al lugar de una ambulancia y una morguera. Sandra, que entonces ya estaba junto a su hija y su nuera, empezó a preocuparse, intuía algo muy malo, se desesperó y comenzó a exigir que la llevaran a ver a su hijo. Sin embargo, sólo recibió amenazas, que la instaban a quedarse quietas, amenazándolas con terminar detenidas.

 

La madre de Franco aun no logra recordar cómo fue que el tiempo pasó tan rápido, no puede entenderlo, pero tiene grabado a fuego el momento en que una psicóloga se acercó a decirle que su hijo se había suicidado en el calabozo, así, sin más. Se enteraría luego que la autopsia que determinó la causa de su muerte se llevó a cabo sin que interviniera personal del área criminalística, sin que se hubieran sacado fotos, sin que exista siquiera un croquis del lugar del hecho. Ningún registro, ninguna prueba, ninguna certeza.

 

Al ahondar en los hechos, es aún más burdo, es todavía más crudo. “Apenas se veía en el calabozo”, cuenta Vanesa, quien ingresó escoltada por policías que alumbraban con linternas, “pero llegué a ver que Franco estaba como sentado en una especie de piedra, apoyado contra una pared, y la remera con la que después dijeron que se había ahorcado estaba todavía colgada de los barrotes”. A pesar de la oscuridad, vio también marcas en su mano izquierda, lastimaduras en sus piernas. Miró desconcertada, preguntó de qué eran esas lastimaduras, inmediatamente los oficiales taparon el cuerpo y sacaron a Vanesa del lugar.

 

Sandra pudo volver a ver su hijo una vez llegado a la morgue. Los golpes en el cuerpo eran evidentes, lo vieron todos los familiares que la acompañaban,: moretones en las orejas, en el cuello, en la nuca, en los brazos, en las rodillas, en los pies. Estaba molido a palos. Literal.

 

«Franco era un chico muy bueno, muy amiguero, su gente venía a casa, se quedaba a comer, muchas veces cocinaba él. A veces salían al campo, les gustaba mucho. Compartía mucho tiempo conmigo y con sus hermanas”, lo llora su madre. Hoy, un mes después, seguimos sin tener garantías ni respuestas. Los policías que estaban ese día en la comisaría ni siquiera han sido apartados de sus funciones. La familia de Franco sigue sin saber por qué se lo llevaron de la puerta de su casa y se encuentra a la espera de que se le realice una nueva autopsia. Sandra sigue sin saber cómo murió su hijo, pero no va a parar hasta que se sepa quiénes son los responsables de su muerte. Y nosotros, abrazándola, tampoco.

 

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