Votes a quien votes, ames a quien ames, odies a quien odies, sea cual sea tu filosofía existencial, esto que pasa en Chaco no te puede dar igual. Afilemos o limemos todos los contrapuntos, ¡pero en ésta tenemos que gritar juntos! No se trata de polemizar, ni de agitar el partidismo, se trata visibilizar ahora mismo toda esa impunidad que ostenta el racismo, porque no hay «excesos», ¡hay crueldad y cinismo! Tratá de cerrar los ojos, si todavía tenés el privilegio de soñar. O por lo menos la suerte de poder descansar. Hacé de cuenta que no estás ahí, que ahora estás allí, en Resistencia, en la eterna resistencia del barrio Bandera Argentina. Siempre con sangre toba. Ahí no está Elsa Fernández, ahí estás vos. Y cerquita, a tu alrededor, no están Dai, ni Cristian, ni Rebeca, ni Alejandro, ponele que no, que son otros pibes, ¡que son tus pibes!
Vos y ellos, tranquilitos, en tu casa.
Este domingo, 31 de mayo, a las 4 am.
Esuchás unos ruidos. Y ves por la ventana un grupo de hombres escapando de patio en patio, pasando de tejido en tejido, por adentro de tu terreno también. Alarmada, te levantás y justo golpean la puerta. La patean. La rompen. Irrumpen violentamente 6 uniformados, que sin mediar diálogo cazan de los pelos a tu hija de 16 años, la zamarrean y terminan arrastrándola por el piso, mientras ella revolea manotazos para zafarse. Te meten un culatazo en el ojo. Otros policías, en simultáneo, golpean a tus pibes contra la pared. Otro dispara balas de plomo, adentro. Y otro más le apunta con una escopeta a tu viejo, delante de sus nietitos. Sólo miedo. Sólo gritos.
Y se van, sí, por fin se van, pero no se van solos: esposan a cuatro de tus pibes como souvenir y se los llevan a pasear en patrullero por la ciudad, mientras les pegan trompadas y arrojan por la ventana todas sus pertenencias, primero las camperas y después las zapatillas que tus propios vecinos van recogiendo por la calle. ¿Estás ahí? ¿Sintiendo que sos vos? ¿Pensando que son tus pibes? Ojalá que no, porque ahora los tiran esposados en una pieza, los rocían con alcohol, les apagan la luz, manosean a tu hija y comienzan a torturarlos. ¿Seguís ahí? A torturarlos, mientras vos esperás que vuelvan, ¡que te los devuelva el Estado que debiera cuidarlos!
– La Secretaría de DDHH de la Provincia no se contacta con tu familia, hasta pasadas las 20.
– La ambulancia que pediste a las 16, entre cuadros de nervios y desmayos, cae a las 20.
– El Hospital de Fontana desestima las lesiones internas que mostraron las placas a tus hijos.
– Y frente al abuso de tu hija, no se respeta el protocolo para víctimas de violencia sexual.
– El gobernador, Capitanich, no hace una sola mención al respecto.
“Listo, ya les tiramos todo el alcohol, ¿quién les prende fuego?”, pregunta un agente frente a tus chicos, heridos, humillados, desesperados. “Indios, todos indios infectados, todos mal acostumbrados”, grita uno prepotente, mientra otro valiente abusa de tu nena y el cinismo del periodismo rompe la cuarentena. La cofradía de la cobardía. Y sí, fueron liberados al mediodía, cuando terminaron de saciar sus antojos, para poder continuar con su trabajo, siempre al servicio de la comunidad…
Abramos los ojos.
Y al carajo la normalidad