En nuestros barrios, las personas menstruantes padecemos fuertemente los golpes económicos, y estar por debajo de la línea de la pobreza hace que sea más difícil sostener adecuadamente la higiene menstrual. Es una realidad, porque 6 de cada 10 vecinas dejan de comprar toallitas o tampones para priorizar la comida.
Contra esta realidad, nos organizamos desde nuestras Casas de las Mujeres y las Disidencias, donde le hacemos frente autogestivamente a la desigualdad económica que nos priva de un acceso integral a la salud, cuando se hacen inaccesibles tantos productos de primera necesidad. Este problema lo vive en carne propia Soledad Aseguín, del barrio Los Pumitas en Rosario: “Muchas veces tuve que dejar de comprar toallitas o tampones por tener que comprar comida. Fue bastante complicado y, a veces, faltaba al laburo por miedo a mancharme”.
Seguimos y seguiremos poniendo sobre la mesa estos temas que incomodan porque faltan políticas públicas que eviten el alto costo de las toallitas femeninas, los tampones y todos los productos de higiene menstrual; el 64% de nosotras debemos reemplazar todos estos productos por tela, diario o algodón, a pesar de que afecte nuestra salud. Justamente por eso, este año inauguramos Amankay, la cooperativa de elementos de higiene menstrual de Villa Lugano, donde producimos toallitas de tela que son más económicas y ecológicas.
Janet Martínez, de Barrio San Martín de Paraná en Entre Ríos, sabe lo difícil que es menstruar siendo pobre: “Hace cuatro años no compro toallitas. Las reemplazo con tampones caseros que hago con algodón y papel higiénico. Nosotras siempre nos preocupamos más por el estómago de nuestros hijos e hijas, priorizamos sus necesidades y después las nuestras”.
Necesitamos que estos insumos se entreguen de forma gratuita en los centros de salud, como ocurre con los preservativos; además, es fundamental concientizar a toda la población a través de la Educación Sexual Integral para que se conozca la importancia de cuidar la higiene menstrual. Pero no sólo nosotras, sino la sociedad entera, para que estos insumos de primera necesidad no pasen a un tercer o cuarto plano, poniendo en riesgo nuestra salud, como lo comenta Johana Villalba Giménez, vecina de Barrio Fátima: «He tenido que faltar a las consultas en la salita, y hasta tuve que dejar de hacer changas por no contar con estos productos».