27 julio, 2021
, Ledesma

“LA MEMORIA NO SE APAGA“

Testimonio Ledesma

* Por Oscar Alfaro, sobreviviente del “apagón de Ledesma”.

La noche del apagón de Ledesma fue desde el 22 de julio de 1976 hasta el 25; yo tenía 22 años y quedará marcada en la memoria para toda la vida. Ese mismo día, a las 22.30 hs, estábamos mirando la tele con mis padres y mis dos hermanos. Yo me levanté de la silla porque escuché a un perro que estaba enloquecido en el fondo de mi casa. Vi a los uniformados que venían avanzando: entraron a los golpes, tirando la puerta a patadas, con armas largas.

Allí comenzó el calvario. Nos recagaron a palos, nos preguntaban dónde estaban las armas; revolvieron todo, pero no encontraron nada. El Comisario Haig, que murió impune, estaba a cargo del operativo; él mismo nos había detenido a mí y a seis compañeros un mes antes de esa noche. Me sacaron de la casa junto con mi hermano y vi una camioneta de la empresa Ledesma. Me dieron un culatazo en la nuca, me vendaron los ojos y nos subieron a un camión como si fuéramos bolsas de papas. Nos llevaron al Centro Clandestino de Detención y Exterminio en Guerrero, donde asesinaron a la mayoría de nuestros compañeros.

Hoy milito junto a Madres y Familiares de desaparecidos. El testimonio que dí sirvió para encontrar a varios compañeros que estaban desaparecidos y para que haya justicia. Aún recuerdo cómo torturaban a Espinoza, Canseco y Polanco, hasta que murieron. Yo reconocía sus voces a la distancia. Al despertarme, después de las torturas, escuchaba: «Ahora le toca a este», y posteriormente el ruido de los tiros en los fusilamientos. A pesar de toda esa crueldad, ninguno de nosotros jamás delató a un compañero o una compañera.

Estuve desaparecido con mi hermano mayor y mi primo, y los tres logramos sobrevivir. Pasaron 45 años de esto; aún seguimos exigiendo justicia, porque todavía hay 33 personas desaparecidas de las 400 que se llevaron aquella semana. Cuando mis alumnos me preguntan por qué sigo militando, yo respondo que es por todos los que aún no aparecen. Dos de esos compañeros eran amigos míos de la secundaria, y se quedaron con 22 años para siempre, no los hemos visto envejecer. Y por eso tenemos que seguir luchando.