En las villas de la Ciudad de Buenos Aires, el acceso a la salud está cada vez más lejos de ser una realidad: estas son las consecuencias de la desigualdad.
En Fátima, una vecina se está quedando ciega de un ojo y hace dos meses espera un turno para operarse. En el Centro de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC) 24 no hay turnos para ginecología ni odontología: sólo se atienden urgencias. Hace un mes que no hay insulina de aplicación rápida ni tiras para medir la glucosa. En Rodrigo Bueno, el CeSAC 15 está colapsado: las entrevistas de psicopedagogía se están haciendo en una plaza cercana.
En Zavaleta, el 7 de noviembre, un vecino tuvo convulsiones; la familia llamó a una ambulancia, pero nunca llegó. En el barrio, la desidia es completa: el CeSAC 35 no tiene profesionales en salud mental. Los otros espacios de la Villa 21-24 no se quedan atrás: en los CeSACs 1 y 8, las listas de espera en salud mental son para el 2022, y no hay psiquiatría. El CeSAC 8, además, tiene graves problemas edilicios, ya que cuenta sólo con 6 consultorios: las consultas ginecológicas deben atenderse en el CeSAC 35 por falta de espacio, sobrecargándolo. Ya no hay turnos en lo que queda del año, tampoco en enero porque la ginecóloga se toma vacaciones y la agenda de turnos de febrero aún no abrió.
Tampoco le contestan al director del CeSAC 18, en Lugano, que pide más profesionales porque la única psiquiatra no puede sostener toda la demanda. Y en el Bajo Flores, ni el CeSAC 48 ni el 20 dan turnos en psicología y odontología. En el CeSAC 40 tampoco hay atención psicológica, pero por lo menos dan turnos en odontología y ginecología: eso sí, para dentro de 45 días.
Centros de atención colapsados, medicamentos escasos, listas de espera interminables y profesionales precarizados que no dan abasto.
A ver si escucha el Gobierno de la Ciudad…
La salud siempre es un derecho, jamás un gasto.