Mientras se exponen los índices sobre la mesa, la inflación sigue profundizando la pobreza. Acá el salario no compite con la inflación porque no hay salario, sino pregúntenle a las trabajadoras comunitarias que sostienen las ollas en los barrios. Ahí está, la economía detrás del escritorio, donde el fin de mes se vuelve un calvario.
Lo que para el INDEC significa una leve baja del 37,3% en la pobreza, acá se materializa en estirar con salsa la olla de arroz o en sumar el pan a la lista negra de los alimentos que no podemos comprar, como el huevo o la carne. En marzo, los alimentos aumentaron un 7,5%, y si antes no podíamos comprar un sachet de leche o de yogurt para los pibes, ahora mucho menos.
Fiama es vecina del barrio Camino Muerto en Granadero Baigorria, Rosario, y no da a basto: «Los padres de mis hijos no aportan y para llegar a fin de mes me empeño a full. Las carnes, la harina y las verduras aumentaron mucho, tuve que dejar de comprar pan porque antes estaba a $90 el kilo y ahora a $130. El atún y la carne vacuna son inaccesibles, en general comemos pollo».
La inflación actual es de 4,7%. Tamara, vecina del barrio San José en Chaco, es la cabeza de su hogar y padece los aumentos: “En mi familia somos 12 personas y consumimos pollo, que es lo más económico. Actualmente, entre pollo trozado, papas, cebolla, puré de tomates, fideos y condimentos, por día estamos gastando $1.050, como mínimo, para cocinar solamente un almuerzo. Al subir el precio de la nafta, también sube el costo de los alimentos, vestimentas y cosas básicas que necesitamos”.
La Canasta Básica Alimentaria cuesta $36.112 para una familia de cinco integrantes. Y no, no es cosa de mandinga, porque el problema es estructural y la responsabilidad política está a la vista.
Las políticas públicas se están quedando cortas. Cortísimas.
¿Y a vos? ¿Qué tan largo te quedó el mes?