Lejos de las discusiones palaciegas, de los trascendidos y las reuniones a puertas cerradas está la realidad. Las cuentas no cierran, la comida la estiramos cada vez más, y encima los precios no paran de subir, más aún en los comercios de nuestro barrio. Hicimos un relevamiento en 7 villas de la Ciudad de Buenos Aires sobre productos de la canasta básica.
Adivinen qué… salimos perdiendo, cuando comparamos los precios con los del programa Precios Cuidados en AMBA, con el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INDEC en junio de 2022.
Vivimos entre las ruinas de un modelo económico desbordado; o, mejor dicho, lo sobrevivimos. Trabajando de changas, sin salario para las cocineras ni el resto, sólo nos quedan fuerzas para seguir gritando que no hay que calmar solamente a los mercados, sino alimentar la panza de los pibes de los barrios. Que no hay que defender a las patronales, sino a las jefas de hogares. Que no hay que complacer a los especuladores financieros, sino garantizar un Salario Básico Universal. El tiempo pasa, y el vuelto nunca está de nuestro lado. Basta de disputas internas. Es hora de la acción: necesitamos que pongan las manos a la Massa.