Van llegando mujeres y disidencias de distintas edades con su mate, sus hijos y una emoción que puede sentirse apenas las ves. Las espera Valery para darles la clase teórica de Albañilería Nivel 1. La cita se da cada miércoles en Hurlingham.
El prejuicio siempre está: «Nos ha pasado que no nos dejen pasar presupuesto porque somos mujeres. Nosotras no estamos en contra del varón que trabaja en la construcción, lo que buscamos es que la mano de obra especializada no se pierda».
“En la convocatoria hay gente grande, chicas que crían solas y familias disidentes. Nos cuidamos entre nosotras, dentro y fuera del trabajo. Ese acompañamiento hace que seamos un grupo sólido».
Así se construye una experiencia que atraviesa: «Cuando derribamos una pared lo gritamos como un gol en la cancha, porque antes no nos dejaban participar, me hacían cebar mate. Estamos derribando muros de mitos y prejuicios».
Las chicas trabajan en equipo; crearon la Red Internacional de Obra (RIO) para interactuar con mujeres otros países. «Tenemos en común el prejuicio, el problema de que no haya ropa especializada para mujeres y las capacitaciones son muy limitadas».
«Esto no es cuestión de fuerza, sino de destreza. Somos un grupo autogestivo de mujeres y disidencias que nos capacitamos para poder tener un ingreso formal, pero necesitamos leyes que nos apoyen, que nos vean y nos incluyan en contratos laborales firmes con beneficios. Estoy convencida de que la mujer puede hacer lo que quiera. Contraten mujeres y confíen que vamos a hacer un excelente trabajo”.
