Todos los días, a toda hora, la “Casa de la mujer trabajadora” absorbe la euforia mundialista, para reciclarla en un movimiento feminista que no reniega contra el Mundial, pero juega de frente contra la… cultura patriarcal, porque las luchas no pasan como pasan las modas: “Vamos por los derechos de todas”. Alejada del fanatismo, Suellen grita contra el machismo a la par de muchos futbolistas, que tampoco avalan las publicidades sexistas, “porque los medios nos faltan el respeto, cada vez que nos presentan como un objeto”. De hecho, Adidas le metió un culo en el pecho a sus nuevas remeras y debió retirarlas de las vidrieras en los centros comerciales, por el rechazo de la organizaciones sociales. Sin atribuirse ninguna jerarquía moral, CAMTRA reclama “que no se acepte como natural, la venta de una brasilera siempre dispuesta al acto sexual”. Contra esos daños y sus secuelas, hace años trabaja en las favelas y en todos los barrios, mediante seminarios que no sólo administran socorristas: muchas mujeres golpeadas ahora son talleristas. Pues ahí, donde no se ve, los problemas no los resuelve la UPP, ni el estadista del mercado que te los cuenta, sino la militante que atiende cada llamado al 180, en sintonía con quienes todavía siembran conciencia y salen a jugar, para erradicar la violencia familiar. Por supuesto, no sólo es una cuestión de presupuesto, ni un tema cerrado, pero ahora hay una norma que responsabiliza el Estado por las garantías que no haya dado. Apuntando a la prevención para no llegar a la pena, se logró la sanción de la ley «Maria da Penha», que impone una mayor asistencia, para que no sea solitaria la resistencia. Por lo demás, sólo nos queda no callarnos jamás, para que nadie pueda levantar una mano, ni humillar a un ser humano, donde nadie supo llevar un abrazo… Acá estamos gritando, por ese golazo.
.