Letras por Agustín Niepomniszcze y fotografías por José Medina y Rodrigo Colque Auchaqui, de la poderosa asamblea de Fátima, Villa Soldati.
Con derechos negados, pocos recursos, entre paredes mal revocadas y con instalaciones eléctricas a base de autogestión vecinal, los vecinos y vecinas de la asamblea nos levantamos cada sábado y conformamos este espacio de computación. A nosotros y nosotras no nos frena la exclusión estatal, acá estamos de pie, organizados, frente a los que nos quieren ver separados.
Un claro ejemplo de voluntad, unión y fuerza se despliega en el barrio de Fátima, más precisamente en el centro cultural «Ni un pibe menos», en el que cada sábado desde hace cuatro años nos encontramos para hacernos de un derecho que el Estado nunca garantizó.
José Medina–de 69 años– participa del espacio desde sus comienzos: “Ahora es todo cibernético, lo tenemos que aprender a utilizar. Yo soy jubilado, lo necesito para sacar turnos en PAMI, o en ANSES”.
Elizabeth Mallon, que está terminando los estudios en enfermería, a sus 50 años, cuenta entre mates: “Estoy en el espacio desde hace cuatro años y antes no sabía cómo prender una computadora. Ahora puedo realizar mis trabajos sola.”
Lo cierto es que hoy por hoy muchas gestiones –turnos para trámites o consultas médicas, solicitudes para becas escolares, entre otras– se realizan a través de la web. Incluso hay trámites que ya no pueden hacerse de forma presencial sino únicamente de forma online. Muchos de los vecinos y vecinas no tuvieron una instancia de enseñanza sobre cómo hacerlas de forma online, pero fundamentalmente no tienen acceso a una computadora o impresora. Al respecto Juana Medina y Ana Herbet dan un pantallazo de la situación en Fátima: “Necesitamos realizar trámites para los cuales tendríamos que irnos muy lejos. Estamos muy contentas de poder tener acceso a internet, en un locutorio las impresiones valen $35 en nuestro barrio”.
Aun así, hay una realidad material que lamentablemente no deja de cercarnos: faltan insumos para dar abasto a la demanda de equipos, que crece a partir de lo difícil que es su acceso. “Hoy en día somos muchos los que queremos venir y faltan más computadoras e impresoras”, agregan Marlene Moringo y Juan Diaz.
Por todo esto, por todas estas historias que nos motivan y nos dan la certeza de estar en el camino correcto, salimos a pedir una mano, porque creemos que no podemos dejar de brindarle a nuestra comunidad uno de los servicios que siempre le fue negado.
Porque entendemos que el acceso a la información es un derecho, estamos en la búsqueda de los siguientes materiales:
– fotocopiadoras/impresoras;
– monitores;
– teclados;
– los ratones;
– resmas hojas A4;
– zapatillas/alargues.