El esfuerzo de todos los que participamos de este colectivo hizo posible sentar las bases y armar un espectacular campamento; toda la fuerza que fuimos ganando nos permitió afirmarlo para no dejar ningún detalle librado al azar de alguna inclemencia inesperada; el compromiso de todos los que somos parte de Apoyo Popular en Zavaleta dio lugar a que cada uno tuviera su responsabilidad y participación, para que todos pudiéramos volver a casa con una experiencia inolvidable en la mochila.
Llegamos el viernes bien tempranito a Ezeiza y buscamos un lugar resguardado del sol para armar nuestro campamento. Algunos sabían armar las carpas, otros no, y fue así como la educación popular siguió haciéndose presente de la misma forma en que nos acompañó desde siempre, dándonos la oportunidad de aprender y enseñar continuamente. Por eso, a lo largo del fin de semana las actividades del campamento estuvieron condimentadas por muchos de los otros espacios que los que hacemos La Poderosa construimos en cada uno de nuestros barrios. Con 35 grados de sensación térmica, el momento que todos estábamos esperando llegó pronto. Nos refrescamos en la inmensa pileta, jugamos, nadamos, y cuando bajó el sol salimos para comenzar con una nueva actividad. Nos hicimos de remeras en blanco, pinturas y pinceles, y le hicimos lugar al Arte Popular. Cada uno creó su propio diseño original, marcándose diferentes estilos. En cada una de las remeras apareció la impronta de Apoyo Popular, demostrando el vínculo y el compromiso de todos con el taller, la razón fundamental por la que nos vimos todos juntos en este viaje para iniciar un nuevo año. Los últimos rayos de sol nos dieron la oportunidad de hacer una gran búsqueda del tesoro a lo largo y ancho del predio, en donde el trabajo codo a codo y la suma de esfuerzos nos permitió descifrar los acertijos que traían las pistas, para luego finalmente poder encontrar el tesoro, una enorme bolsa de caramelos que endulzó la ronda.
Luego de la cena, los más aventureros decidieron ir conocer el terreno, iluminados por la luz de la luna y de las linternas. En la caminata nocturna, no faltaron los gritos de susto al escuchar algún animal del bosque, o los tropezones ocasionados por algún descuido. Cuando volvimos al campamento, nos acomodamos en las carpas, emocionados por la primera noche. Finalmente el cansancio nos pidió permiso, y cada uno se escabulló en su bolsa de dormir, esperando ansiosamente el día siguiente. Para algunos, era la primera vez que pasarían varios días lejos de casa, pero esto no fue un inconveniente, porque todos terminamos sintiéndonos en familia. Después del desayuno del sábado nos juntamos en ronda, algunos para dar continuidad al Arte Popular, confeccionando barriletes dispuestos a surcar los cielos de Ezeiza; otros para dar comienzo a un partido de Fútbol Popular. El preparativo de los barriletes se extendió hasta el mediodía, y al partido se le sumaron dos, tres, cuatro más. Con una auténtica y formidable guerra de bombuchas, seguida de un intenso quemado, la tarde se nos escabulló entre los dedos como gotas de transpiración, y comenzaron los preparativos para el gran fogón.
Nos dividimos en grupos, y nos internamos en el bosque para buscar la leña que nos abastecería durante largas horas de la noche. Pero el fogón no solo implicó una ronda alrededor del fuego, sino que también nos pusimos manos a la obra y cocinamos nuestro propio pan de palo, tomando el ejemplo de todas las madres que ahora llevan adelante la Cooperativa de alimentos poderosos. Preparamos la masa, la dividimos y la enrollamos en los palos que nosotros mismos habíamos elegido. Dando lugar al caluroso momento de la cocción, acercamos la masa al fuego y, después de un rato, ya teníamos el pan listo, sólo quedaba disfrutarlo. La cocina de fogón resultó todo un placer para el paladar, más aún por la satisfacción de haberlo hecho con nuestras propias manos. Ahora sí, estábamos listos para contemplar el fuego en ronda. Hubo risas y aplausos que siguieron a los bailes y canciones preparados por algunos de los chicos y chicas para deleitarnos con su arte. Lucas le agregó notas a la noche, con una demostración en público de todo lo que puede aprenderse y enseñarse en Guitarra Popular. Lucía rememoró los movidos talleres de baile de las jornadas de Fútbol Popular y nos mostró que sí sabe bailar reggaetón, y David improvisó una canción al ritmo de la guitarreada. Más adentrada la noche, generamos el fogón que nos alumbró mientras nos iluminábamos entre todos.
Era el momento indicado para recibir los Poderes, inscriptos en medallas que luego se otorgarían a cada uno, convencidos de que somos un grupo, y de que un viaje como éste es producto de nuestra unidad y compromiso. Entendimos también que nuestra fuerza se debe a que cada uno de los que nos sentamos en ronda tiene un poder diferente, una virtud distintiva, sin la cual nada de esto sería posible. El fogón terminó con algunas lágrimas queriendo piantarse por los cachetes, que ya empezaban a hacer notar el cansancio. El último día lo disfrutamos con más horas de pileta y más actividades. Algunos hicimos pulseras, para que quedaran como otro lindo recuerdo de lo vivido en el campamento, y nuevamente recordando lo aprendido en varios talleres de las históricas jornadas. La tristeza de muchos al darse cuenta de que nos volvíamos a casa en apenas unas horas, se tradujo en propuestas del tipo «¡Quedémonos hasta el miércoles!» o «¡Volvamos el fin de semana que viene!». Seguramente, comprometiéndonos de la misma manera en que lo venimos haciendo, aprendiendo todos de todos, podremos seguir viviendo experiencias tan enriquecedoras como ésta, que todos recordaremos y que nos llena de fuerzas para seguir adelante.
Apoyándonos entre todos, como ustedes realizan a diario, es la única manera de cambiar un poco el mundo. Los felicito chicos!!