El torbellino de papelitos, de rólex, de amarillo, de emprosarios, de urticarias, ponía cierre a la campaña y bragueta a la verdad. Un esquelético Freddy Mercury de bigotes rubios y una partener sonriente sobre ruedas cantaban eufóricos en el escenario, ante el pogo de los rugbiers, las palmas de las señoronas y los remolinos de las corbatas. La fiesta bizarra celebraba el regreso del paraíso derrochador, pero entre tanto, las cámaras hacían foco ahí, en el punto de atracción, en la reina del trono móvil. Otra brillante idea de la familia Macri empezaba a rodar, cuándo no, en la lógica de la compra y venta. Comprar la desgracia y venderla con gracia invitaba a restablecer, o establecer, la humanidad mediática de Mauricio, históricamente mancillada por la prensa tendenciosa que jamás pudo superar las condonaciones de la dictadura y los negocios de la familia con el Estado durante la primavera menemista. Pues entonces sí, el plan de emparchar la sensibilidad macrista quedó en manos de su copiloto, con cinturón de inseguridad, vaciada de contenido y sin más sostén político que varios caños debajo de una silla. Gabriela Michetti llegó con la rueda de auxilio a la campaña pro, no sólo ante la mirada multitudinaria de los discapacitados porteños, ni frente a la atmósfera del 35% de la Ciudad que conforma sus entornos, sino ante los sagaces televidentes de TN y los combativos lectores de Clarín que, día a día, comenzaron a informarse de las bondades de Gaby, una mina que se autoproclama “mina” y dice “pelotudo”, porque así lo dice la clase media porteña, que no cuestionó sus ideas, en pos de “su fortaleza y su autenticidad”.
Ahora, la cuestionan ellos, los presuntos beneficiarios de la revolución Michettista. Diego Cerega, capitán del seleccionado de fútbol para ciegos, Los Murciélagos, eyacula los porqués del idilio abortado.”Me siento un preservativo usado, un forro. Yo tenía expectativa en Michetti, pero su gestión es una deuda con la discapacidad. Si te necesitan para un acto, te ponen remís y te invitan a dormir a la casa, pero si no, olvidate. Y yo necesito viajar todos los días. Para que haya acto, debería haber primero muchas cosas que no hay”.
El rumbo de Gabriela por los rieles del deporte paralímpico descarriló en la despedida rumbo a Beijing, cuando el pro intentó capitalizar el recorrido de la antorcha y se chocó de frente con Domingo Latela, presidente de la Federación Argentina de Deportes para Ciegos: “Sin habernos dado nunca nada, querían exigirnos que la marcha terminara en una dependencia municipal –explica-. Y además no querían invitar a Morresi, por zurdito, que fue quien nos dio el apoyo y la casa que tenemos en el Cenard. Entonces dije que no, y empezó el boicot”. ¿Subsidios? “Nada, ni para docentes que puedan abocarse a la inserción de nuevos chicos”, dice Latela, que debió conseguir del sector privado los baños, palcos y tribunas que necesitó para recepcionar a la Copa América. ¿Indumentaria? “Nada”, dice Cerega, quien se entrenó todos los días de cara al Mundial, que empieza el domingo, con botines propios. “Me gasto 500 mangos de mi bolsillo, cada dos meses”. ¿Infraestructura? “Muy mala, incluso en las colonias de vacaciones para chicos con discapacidad”, afirma Martín Sharples, destacado corredor en silla. Y por si acaso, completa Domingo: “Al cerrar Puerto Pibes, no sólo se perdió un espacio de contención para pibes en calle, sino el único lugar para albergar delegaciones… En Cuba, por ejemplo, el discapacitado está totalmente integrado, pero acá seguimos celebrando que un Mc Donalds tenga baño para discapacitados, aunque la llave sólo la usen los empleados”. No se sorprende de la desidia, Domingo, que ya había tenido acercamientos a la fantasmagórica figura de Mauricio. “Le propusimos abrir fútbol para ciegos en Boca, pero nos dijo que no porque, según él, no había tantos discapacitados”. Complican la visual los vidrios polarizados, el parabrisa elevado de la 4×4 y la ventanilla nublada del avión, pero con paciencia Cerega vaticina que “en algún momento se va a enterar que gobierna también a 500 mil ciudadanos discapacitados”. Su experiencia personal con Mauricio sí, fue mucho más afectuosa. “Un día, en la cancha de Boca, antes del Mundial, nos vino a ver y dijo que éramos un equipo pro… Yo le dije: ‘Sí, sí, sí… y le palmeé el hombro’, porque a él sólo le interesa la foto, y la foto nosotros ni siquiera la podemos ver”.
Ciego del ojo izquierdo, el Gobierno de la Ciudad no pudo ver el regreso triunfal de Sharples, en 2007. Tras recorrer en silla de ruedas, y en sólo dos meses, los 3143 kilómetros que hay desde la Higuera, Bolivia, donde murió el Che, hasta Buenos Aires, el micrófono oficial no aguardaba por él. “La preocupación de Macri por la discapacidad sólo tuvo el fin de sumar votos, utilizando a Michetti y a su silla. Lo mismo hicieron con el hijo de Triacca… La Ciudad está muy mal, pero ella ni se entera, porque no toma el colectivo para ir al Congreso, y porque de hecho no va al Congreso. No siente la discapacidad, a tal punto que un día dijo que no era discapacitada, porque quedó en sillas a partir de un accidente. ‘Yo nací normal’, le faltó agregar… Una boludez total”. Una boludez, que comenzó antes de asumir, según lo explica Latela: “Al decir que no se valía de su discapacidad para trascender en política, Michetti lo estaba haciendo. Antes de los Juegos, este Gobierno no me quiso ayudar con nada, y a la vuelta nos estaban esperando para invitarnos a un acto… No nos han dado un carajo, pero eso sí: poné bien clarito que mi visión es positiva”.
Poco importaba, en el zaguán eleccionario, que sobre sus ruedas llegaran también el nazismo de Abel Posse, el espionaje de Ciro James y la represión del Fino Palacios. No dolían todavía los palazos de la UCEP y a nadie se le ocurría mencionar a las picanas de la Metropolitana. Por entonces, haber sorteado con éxito la desgracia de perder las piernas ofrecía más rating que cuestiones trilladas, como el presupuesto previsto para salud y educación. No cabía un reclamo por la emergencia habitacional y los medios ayudaban a que no se despertara la misma compasión por los pibes en situación de calle, que padecerían pronto el macabro sistema que hoy propone Niñez, a fuerza de expulsiones, pastillas e inyecciones. Nada de tanto maravilloso mundo pro tuvo más peso que su carisma, rodado 26. Nada de tanta miseria logró encandilar al porteño como la chica desacartonada de la silla de ruedas, que un día después de la siesta, se paró y se fue, a dormir en la Cámara, con su ideología de cartón.
Ayer me enteré de la existencia de este movimiento. Sigo a Camilo Blajaquis desde hace casi un año. Una sensación rara, de nacimiento de vida me recorre cada vez que me llega una voz de resistencia a lo establecido que hinoptiza y ensordece. Gracias por ayudar a que nos mantengamos despiertos!
Marisa
Me pareció buenisima la editorial. Me enorgullece ver que una crítica puede ser dura, bien dura, cuando se puede fundamentar, contrastar con la realidad y huye del panfleto porque tiene al lado el dato duro que lo prueba, el hecho concreto que demuestra que lo que se dice es cierto.
Que bueno es leer algo bien escrito, interesante y conmovedor a la vez.
Hace mucho fue esta nota pero aun asi sigue siendo interesante. Muy buena!