4 marzo, 2008
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The transition

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No se imprimieron después de la invasión mercenaria a Playa Girón, ni tras la caída del Muro de Berlín, ni como reacción inmediata ante la disolución del bloque socialista soviético. Las tapas de periódicos que se desparraman en este texto, se publicaron hace días, horas antes de que Raúl Castro Ruz asumiera como Presidente del Consejo de Estado de Cuba, elegido por la Asamblea Nacional del Poder Popular, para desmentir una y otras de las verdades que pretenden vendernos los mismos que pretenden comprarnos. Ahora, descubren que había elecciones en la isla, pero parece que no será democracia hasta que los candidatos acepten usar dos disfraces distintos y canjear la sangre de la historia, los sueños del futuro, la cultura de siempre, por los espejitos de colores del 2008.
No hay con qué darle, a estos cubanos cabezaduras. Chocan y chocan con la misma pared. Parece que Cuba volvió a elegir la línea de Fidel, e increíblemente el alejamiento del tirano stalinista no significaría más que un duelo por la ausencia en el cargo máximo del líder eterno de la dignidad cubana, del hijo de Martí, del abuelo de los cubanos, del Dios de los ateos, del faro más brillante del socialismo latinoamericano. Parece que, al final, Fidel se va, pero el bloqueo sigue. Parece que Raúl viene, pero no hay transición. Parece que estos cubanos, no conformes con haber padecido esta dictadura durante 49 años, vuelven a elegir la patria, el socialismo y la lucha antimperialista, a los lujos de la tecnología, las guerras petroleras y la globalización, como inflación del globo que nunca explota y a casi todos ahoga.

trans1.jpg¿O cuál es la magia de La Habana? Ir a Río se parece a ir a Buenos Aires, que es parecido a Montevideo, que es parecido a Santiago. Cómo no, todos llenos de publicidades luminosas, y para mejor, de las mismas publicidades. La Habana, no. Cuba sigue eligiendo la línea de Fidel, con olor, música, color, sabor y piel cubana, aunque les arda en algún pelo encarnado del esfínter anal, a los que creían que, desde afuera, podrían derrumbarla alguna vez, algún día que Fidel ya no estuviera, ese glorioso día en el que Fidel muriera y ellos pudieran brindar con ron cubano, tirado en chorro por la máquina expendedora de algún Mc Donald’s. Ya pueden hacerse a la idea de que así no será, más que en alguna de sus películas, o alguno de sus periódicos. Sin rey, ni dictador, se aparta el responsable de que no haya rey, ni dictador, en forma de persona, ni en forma de empresa, ni en forma de sistema genocida. Hay un pueblo educado, ahora, el día que Fidel se va. “Hoy todo el país es una inmensa universidad”.
Qué triste, cuántos planes echados por la borda, con la renuncia anticipada de Castro. Seguramente sin advertirlo, Fidel, eternamente ingenuo Fidel, arruinó la parafernalia del velatorio que esperaron durante 50 años, buscándolo primero con las balas de Fulgencio Batista en la Sierra Maestra, y con más de 600 atentados después, financiados por los que asesinan bebés irakíes para derrotar al terrorismo. ¿Qué pasará ahora cuando muera Fidel? Lo mismo que hubiera pasado si se quedaba: nada. El terrible duelo por la ausencia del más grande soldado de ideas de la revolución se llorará con los puños cerrados de un pueblo que empuñó las armas, como hoy empuña los lápices, para que Cuba nunca vuelva a ser el prostíbulo del imperio. ¿Y qué harán ahora en la gusanera de Miami con todo el cotillón y el arsenal periodístico que almacenaban para celebrar la muerte de Fidel, como la muerte de lo que ya nunca morirá? ¿Para cuándo prometerán la retirada de la base militar de Guantánamo, la liberación de los 5, la prisión de Posada Carriles y la finalización del bloqueo, si el dictador ya se fue? ¿Para cuando ya no haya un Castro? ¿Para cuando ya no haya un socialista? ¿O para cuando ya no haya un cubano?

 

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La transición cubana, de la que habló Raúl, de la que habla Fidel, tendrá que ver con desterrar la burocracia, que paraliza o esfuma la distribución de los recursos; con elevar la producción, de modo tal de no depender de las importaciones chinas, como ayer fueron las soviéticas; con solucionar los problemas imperantes del transporte, la alimentación, o la vivienda, que son problemas, aunque no haya muertos de hambre y ni uno sólo de los 200 millones de niños que duermen en las calles del mundo sea cubano; con los obstáculos de la exportación, todos arracimados en el cuello de botella que aprieta el puño yanqui; con la prosperidad del ALBA y la unidad latinoamericana, si es que Uribe no hace de Colombia una base imperialista en el continente, que se vuelva una fuente de misiles en tierras de paz; con la participación activa y creciente de la juventud cubana en el rumbo de la isla, ya lanzada al mundo con la medicina, la educación y el arte como bandera; con la reestabilización de los salarios justos a pesar de la doble moneda, que ha desequilibrado la escala entre quienes comercian con peso convertible y quienes cobran en moneda nacional; con la capacidad de combatir, sin restricciones a la prensa propia, el bombardeo multinacional de la prensa ajena; con la disposición de la CIA a no seguir financiando atentados en los centros de turismo, que hoy resulta el segundo ingreso de divisas de la isla; con el descongelamiento de las relaciones comerciales con la Unión Europea, que le exige a Cuba “una apertura para una democracia pluralista, con respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales”, como si eso fuera una realidad en los demás países de la región; con la independencia de los gobiernos que se relacionan con Cuba mediante un cable estadounidense, varios devenidos en colonias electrocutadas, de historias quemadas; o con las determinaciones autónomas que tome un pueblo absolutamente soberano, en tren de seguir avanzando camino a una sociedad cada vez más justa. Pero una transición emergente de la mera ausencia de Fidel, es apenas un invento más de los que todo lo inventan, para que el mundo no crea que el pueblo cubano es una realidad, que analfabetismo cero no es un chiste, que el internacionalismo proletario aun existe y que se puede expandir el ejemplo humanitario hasta donde otros expanden las guerras por el petróleo.

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Por estos días, los retorcijones mediáticos que se encargan de lanzarnos a diario ráfagas de flatulencias informativas, se hacen estiércol en los supuestos análisis de los supuestos rumbos de la revolución cubana. Y así como la figura asesina del Che Guevara, extirpada de los manuales escolares por llevar el fúsil de San Martín, se santifica cada 9 de octubre para vender algún DVD, un fenómeno similar afecta por estos días al líder de la revolución cubana. Mientras se reconoce su brillantez en la entrelínea, conciente o inconsciente, de algún desinformante de turno, surgen del vacío los mil y un perfiles de Fidel, vomitados por TN, el canal del grupo Clarín, o CNN, la cadena del imperio mundial, o C5N, el altoparlante de Daniel Hadad.
“Se acaba la tiranía de Fidel”, se publica grande. Pero “Cuba vuelve a votar por la línea de Fidel”, se publica chico. “Cambios estructurales”, se publica grande. Pero “dentro del socialismo”, se publica chico. “Y entonces viene una transición”, se publica grande. Pero que “Estados Unidos no planea levantar el embargo económico que le impone a la isla”, se publica chico, en la bajada de esa misma portada de La Nación y en el sobreimpreso de CNN. Y “Raúl llegara para repensar las relaciones de Cuba con el capitalismo y favorecer la apertura política”, se publica grande. Pero “Raúl dice que, mejor, va a consultar con el compañero Fidel” y que “quienes hablan de transición, desconocen por completo la historia de lucha del pueblo cubano”, se publica chico.

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Llegó la hora de la transición, sin dudas. La hora de la transición estadounidense, a la aceptación de un pueblo que no se mueve con hilos. “¿Quién gobernará cuando ya no esté Fidel?”, pretendían hacernos pensar, cuando Fidel respondía clarito que “para entonces, seguirá gobernando el pueblo”. Ahí está ahora, Cuba llevando a Fidel, por el supuesto camino que sólo Fidel llevaba a Cuba. Que se impriman nomás páginas y páginas de la revolución cubana. Titulen bien grande que “llegó la hora”, la hora de la apertura del bloqueo genocida, que no es criminal, tan sólo por el puño cerrado y el humanitarismo heredado que perpetúa el ejemplo cubano.
Bajo reinado demócrata o republicano, fervorosamente se reclama desde la trinchera latinoamericana que el imperialismo abandone el absurdo embargo económico a la independencia cubana, para que las noticias no sigan embarradas por una incidencia tan empírica y palpable, que boicotea todo análisis ‘natural’, de los micrófonos a sueldo.

fidel2.jpgPara qué servir excusas al plato. Si tal modelo fracasa en sí mismo, mejor dejarlo hervir en su propio caldo socialista, por sus propios medios, sin boicot, sin amenazas, sin terrorismo, sin excusas tan contundentes como un alambrado artificial clavado por el imperio. Desde La Poderosa, regaremos el espíritu de la revolución cubana, sin aceptar el bloqueo. Y el día que lo levanten, o se lo levantemos, la seguiremos regando para verla florecer. Ahí está nuestro porvenir, sin Fidel como Presidente del Consejo de Estado. Seguiremos discutiendo, con un líder menos, con un compañero más. Pero, nobleza obliga, no se les vaya a olvidar hacer una tapa hoy, una tapa sin precio, con el rostro barbudo del octogenario que ha sostenido al frente de un pueblo, durante 49 años, la llama invulnerable de la dignidad cubana, la batalla de ideas y la solidaridad internacionalista. Imprímase, una tapa bien grande, que al menos por un día, diga una verdad: “Absuelto por la historia”.

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