Tarde plena de Fútbol Popular en el aire amistoso de Campo Norte. Después de la clásica ronda para acordar las reglas, entre las dos escuadras, al compás de los lápices que escriben la futura historia tucumana, los chicos disfrutan de un partido intenso, que parece clase de lengua, cuando nos sentimos sujeto, y parece clase de matemática, cuando aprendemos a dividir lo que tenemos para multiplicar lo que soñamos. Pases, gambetas, abrazos, jugadas, centros y gritos de gol, hasta que, de pronto, el partido se detiene por un dilema inesperado que sorprende a todos.
Los arcos miden alrededor de 2,5 metros de alto y 5 de ancho, y el que ataja es Tubi; gran guardameta, de baja estatura. Apenas mide un metro treinta, más o menos y, si le tiran la pelota por arriba, es imposible que la alcance. Ojalá pudiera Tubi volar a un ángulo tan elevado como vuela su imaginación cuando la suelta, pero ahí se impone la física, siempre antipática. Alguien observa ese punto. Y unos segundos después, todos observan ese punto. Hay que encontrar el modo de equiparar los tantos.
– ¡Él quiso atajar! -argumenta Lionel-.
– ¡Cambien de arquero! -propone Miguel-.
Tubi no dice nada. Y si no dice nada, dice algo. Pero lo dice sin hablar, porque apenas habla su rostro, fastidioso evidentemente por una derrota inminente. Los chicos en la ronda debaten y reflexionan para encontrar una solución colectiva ante una cuestión que no había sido tomada en cuenta en el consenso inicial. Tal vez, en otra ocasión hubiera bastado el complemento del trabajo en equipo, para que los defensores dispusieran especial atención en evitar los tiros del rival, de modo tal que el arquero no la viera entrar por arriba. Pero en este caso, la cuestión se planteó desde otra mirada. La pelota vuela todo lo que quiere. El travesaño no tiene pensado descender. Tubi quiere atajar. Y nadie quiere sacar una ventaja desleal. Se torna interesante la reflexión y se demora la resolución, hasta que Santiago, autor de los goles hacia Tubi, acepta la injusticia del caso y propone: “¡Pateemos por abajo changos!”. Unos se miran, otros asienten, y a jugar otra vez, al mismo deporte, en la misma cancha, con los mismos amigos, y con una regla más: cuando atajan petisitos, pateamos por abajo. Ahora sí entonces, Tubi se hace gigante, y lo agradece la red a su espalda, que ya no se liga casi ningún pelotazo.
Valga esta muestra gratis del Fútbol Popular en Campo Norte (Salta y Brasil, Yerba Buena), a modo de invitación para sumarse al colectivo, cualquier domingo, desde las 18.30, hasta que el sol se esconda tras el arco, siempre de triunfo, toque ganar o toque perder.