La semana pasada los pibes del Fútbol Popular de Yerba Buena habían decidido que el entrenamiento de los sábados se adelantara: Si terminamos tarde, se empieza a poner oscuro y hace mucho frío, ¿por qué no venimos de tres a cinco? Es que en el otoño tucumano, cuando se acercan las seis de la tarde, el sol baja entre los cerros y el frío sube. El argumento fue irrefutable. Quizá Oreja y Rodrigo se hayan sumado como nuevos compañeros porque este sábado nos encontramos antes que los anteriores o porque los chicos se ocuparon de convocar para que cada vez seamos más los que toquemos la pelota al calor de la transformación popular.
Ponemos las reglas entre todos para jugar bien. No hay árbitro porque somos nosotros los que hacemos respetar las reglas que ponemos, y sabemos cuándo nos hacen un foul y cuándo no. Jugamos varones y mujeres todos juntos, explicaba la ronda, en la que Ale, con su corta edad y su larga experiencia en el Fútbol Popular, había tomado la palabra inicialmente. Movió Coco y empezó el partido. Oreja y Rodrigo habían participado en poner las reglas y sabían que son los jugadores los que cobran las faltas, pero no es lo mismo pensar y decir que poner en práctica. El primer problema fue cuando lo tocaron a Oreja y se quedó esperando a que un juez bajara desde las alturas celestiales para cobrar el foul. “Acordate, no hay árbitro”, le aclaraban sus compañeros. Oreja escuchó y más tarde cobró.
Después de una jugada bárbara, Tubi habilitó a Carlitos que definió con tranquilidad. Jorge fue a buscar la pelota y quiso sacar, pero se dio cuenta de que no quedaba nadie en el arco: ¿A quién le tocaba? Era el turno de Rodrigo. Yo soy el único que todavía no fue, pero a mí no me gusta atajar, contestó. A pesar de que pudo haberse hecho pelota, el partido se hizo ronda con la pelota como eje. Habíamos dicho que íbamos un gol cada uno, insistía Jorge. No nos gusta atajar a todos, pero todos queremos jugar también y necesitamos alguien que vaya al arco, fundamentaba Ale. ¿Chango, vos estuviste de acuerdo en ir un gol cada uno?, preguntó Miguel, uno de los más grandes. Rodrigo miraba la pelota y pensaba, mientras los demás esperaban su respuesta. Pasaron unos segundos de duda. Luego expresó su acuerdo, asintiendo con la cabeza. Puso la pelota en el medio y se fue corriendo a defender su arco. Así funciona el Fútbol Popular, intentando, juntos, ser coherentes entre lo que pensamos y lo que decimos, entre lo que decimos y lo que hacemos, entre la acción y la reflexión, respetando las decisiones colectivas y teniendo claros los motivos que le dieron origen. Así funciona La Poderosa.