28 diciembre, 2009
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¿Te imaginás?

¿Te imaginás?Estábamos locos, infectados de romanticismo, enchastrados de juventud. A quién se le ocurre, un mar de fuegos atacando un mar de aguas, una isla entre tanto aislamiento; por favor. Un disparate, un disparate total. Una irresponsabilidad y, además, una utopía. Redes sociales, pero de carne, miradas y hueso. Qué ilusos, qué idealistas. Construir un movimiento histórico, político y social, con identidad cubana, diversidad cultural y un compromiso extremista en el trabajo territorial era, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo, que en la televisión vale oro y en la fábrica, unos centavos. Filosofar en la práctica, era contradictorio. Las bases de la transformación cotizaban como única moneda de cambio para la convertibilidad de la realidad inmediata, ahora, ya, ahí. Nos querían cambiar nuestro hoy por nuestro mañana, uno a uno. Y el mañana sin hoy, nos lo daban gratis, porque total no existe. Pero luchar por ambos, nuestro hoy y nuestro mañana, no era una opción posible. Simplemente, era inimaginable, para los no videntes del poder, cegados ante una obra social que no ofrece oftalmólogo para tamaña miopía.

¿Te imaginás?Sigan inimaginando nomás. Y mejor ni intenten imaginarse la cara de Tubi al pisar la arena luego de viajar durante más de un día desde la Yerba Buena tucumana hasta la costa atlántica, como travesía para alcanzar “un río que no tiene poquita agua”, como los otros que conoció en sus nueve años. Allá va, corriendo hacia el mar con los brazos abiertos, porque quiere abrazarlo, tomarlo, absorberlo, todo entero. No se lo pueden imaginar, como no pueden imaginarse la sonrisa de Bebo, que debió esperar 18 años en Zavaleta para decirle ola al agua salada. Y mucho menos pretendan imaginarse el poderoso foro social de fin de año, con el mar de fondo en el encuentro multitudinario de poderosos bonaerenses, tucumanos, cordobeses y chubutenses.

¿Te imaginás?Otra vez, la moto llegó a Chapadmalal, pero más cargada que nunca, para enclavarle una escollera al mar de mentiras y para ponerle sal a las cuatro patas de una mesa redonda, que cada año es un poco más imposible. Las 28 horas que viajaron los tucumanos, más las 8 de los porteños, las 11 de los chubutenses y las 16 de los cordobeses explican la locura denunciada por los discapacitados imaginarios. Qué sentido pudieran tener 3780 minutos de ruta, sin imaginar ese preciso segundo, ese instante irrepetible, esa revolución explosiva, en la boca de la playa y en la boca de Toshiro. Un estallido de chicos y chicas, de flaquitos y flaquitas, de changuitos y changuitas, de pibes y pibas, salió disparado hacia el mar con la fuerza suficiente para cruzarlo. Uno dijo que lo cruzarían si no fuera imposible. Otro dijo que no lo cruzan porque no quieren.

¿Te imaginás?Un piso entero del hospedaje se llenó con más de cien poderosos, mientras otros tantos dormían en micros y en autos y en pasillos y en todos los lugares donde no se puedan imaginar. Somos muchos, pero muchos de verdad, en esta moto que también hizo luces por la noche, en el tremendo baile de recepción. Nos miramos y nos reímos, como nos gusta mirarnos, como nos gusta reírnos. Cansados.
Cuánto menos locos hubiéramos estado si le hubiésemos alquilado nuestro trabajo comunitario a cualquier campaña publicitaria. Cuánto menos disparatada hubiera sido nuestra lucha si al menos se hubiese endulzado el ego personalista de los miles que han establecido estos cimientos, a la sombra del anonimato. Cuánto más aceptable sería este tsunami si nuestros barrios hubieran llegado al mar por la mano benefactora y no por nuestras propias manos. Cuánto más imposible e inimaginable sería estar vivos si no fuéramos tantos los que elegimos poder, poder imaginar. Bebo se ríe, como un chico, como un grande. Y recién se acaba de enterar que, después de un hoy histórico en el mar, vivirá un mañana inolvidable en los toboganes de agua. Será una locura, un disparate, una irresponsabilidad y, además, una utopía. Bebo sabe todo eso. Pero ahora se va a dormir, porque lo espera otra jornada imposible y para eso hay que soñar, como sueña él: “Mañana será un día imaginable”.

¿Te imaginás?

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