Semana tras semana, esta vieja camioneta va adquiriendo más color, más dibujos, más pinceladas, más ideas. Es un trabajo de hormiga, pero de a poquito le vamos dando vida a pesar de que ya ni siquiera arranque. También como las hormigas, trabajamos en conjunto, con la única diferencia de que, en Bajo Yapeyú, no hay reinas gordas que se quedan cruzadas de brazos, acá todos tenemos el poder para hacer cambios.
La chata ya no funciona, pero hace unos años todavía marchaba y su motor rugía por el barrio. Era la herramienta de trabajo de una pareja vecina, el vehículo diario con el que trajinaban de sol a sol a lo largo y ancho de la ciudad cordobesa. Un día, el motorizado dijo basta y no se sacudió más, quedando inmóvil durante largo tiempo sobre el suelo del barrio. Mientras la abandonada camioneta dormía su larga siesta, el espacio circundante se llenó de vitalidad. A pocos metros se fueron armando las primeras rondas, nos afianzamos expresándonos a través del arte y los juegos, y empezamos a acariciar la pelota del Fútbol Popular. Tan grande fue el entusiasmo de vernos a nosotros mismos construyendo algo grande en esa porcioncita de Yapeyú, que un buen día de charla decidimos ponerle nombre al lugar; lo bautizamos el Campito de Todos. Sin hacerse notar, la chata nos espiaba de cerca, y escuchó todo.
Llevó su tiempo pero finalmente sucedió. Entre todos, como no podía ser de otra manera, acordamos que esa vieja chata que había sido testigo de tanto juego, grito y emoción, se merecía un trato especial. Primero lo primero, pedir permiso para poder pintarla a quienes solían usarla. La idea les encantó. Otro vecino, que aprendió a leer y escribir con el Yo sí puedo y trabaja como chapista, sumó su mano experimentada; ahora un chapista y muchos aprendices nos disponíamos a maquillarla. Nos pareció buena idea que la camioneta fuera una especie de mural colectivo, faltaba que tomáramos la decisión en cuanto a los colores y elegir lo que expresarían las letras estampadas en pintura.
Las miradas de los chicos y chicas lo decían todo, se trata de una linda oportunidad para hacerle notar a cualquiera que pase por el lugar que eso es el Campito de Todos. Un sábado, por fin, el día soleado nos dio una mano y las tareas comenzaron; todos participamos dándole un profundo sentido al aspecto exterior del vehículo, desafiando incluso el sentido del nombre con que se hace cariñosa referencia a las camionetas. Las tareas continuaron la semana siguiente, y seguirán para terminar con los detalles. Qué se iba a imaginar esta chata que algún día terminaría siendo colectivo.