Felicitaciones, Marito, por tan honorable premio, por sus trabajadas oraciones, sus travestidas palabras y sus glamorosas novelas. Pero sepa disculparnos, Señor, a nosotros, a todos nosotros, esta inmensa mayoría de latinoamericanos que no somos académicos literatos, ni lúcidos intérpretes de las políticas iluminadas que desde el llano se ven tan oscuras; a nosotros, a todos nosotros, los nadies que luchamos con los pies embarrados, a las sombras del otro Vargas Llosa, con su prosa que dicta y dura, el mismo Vargas Llosa que vende de facto al gobierno democrático elegido por el pueblo venezolano para dirigir y seguir dirigiendo su Revolución Bolivariana; ese mismo Vargas Llosa que pinta, con tinta hermosa y sigilosa, racista y pacifista, trazos y trazos de mierda sobre el poncho de Evo y de todas las comunidades indígenas de América Latina; ese mismo Vargas Llosa que no pudo quedar arriba en las elecciones del Perú, ni pudo quedar a la izquierda de las miserias de Fujimori.
Sepa entender, don Mario; frente a semejante obra maravillosa, multipremiada, hay un puntillo que no termina de convencer a este rebaño de chivos que defiende todavía una cultura latinoamericana respetuosa con su historia y con los pueblos, que la escriben cada día.
Así, escapando de las noticias ficticias, que tanto atontan cuando los premios apremian, tropezamos hoy mismo, nosotros, los ganados de sus campos for export, con las altas raíces de una cultura aborígen, forjada y regada por la historia de Hugo Blanco, algún don nadie, ningún Premio Nobel, un simple indiecito que “encabezó la lucha campesina en el Perú, el organizador de los sindicatos rurales, el que impulsó una reforma agraria nacida desde abajo y desde abajo peleada; el que decidió ser indio, aunque no era, y resultó ser el más indio de todos”, según dice un tal Eduardo Galeano. Algo así, como estas líneas que vienen a continuación, expresó la pluma de este aborígen, de orígen tan claro. Y entonces, humildemente, don Mario, pensamos que quizá pudiera servirle una rápida leída, una simple mirada, aunque a decir verdad, seguramente, no tendrá tiempo. No se preocupe, su majestad. Se entiende, maestro. Usted es un Premio Nobel.
Se nos trata como a un pueblo inferior, se nos otorgan menos derechos, se atropella nuestra cultura en todos sus aspectos. No nos consideramos un pueblo superior, lo que mostramos es que no somos un pueblo inferior. No pretendemos privilegios, reclamamos los derechos que nos corresponde como humanos. Mostramos nuestra personalidad y consideramos que nosotros, como todos los otros pueblos, tenemos el derecho a ejercerla.
Fuimos atropellados por el imperio español, militar, económica y culturalmente. A esa opresión que continúa en muchos aspectos, se agregó el atropello yanqui, económico y cultural, no necesitaron invadirnos porque tienen a las “Fuerzas Armadas Peruanas” a su servicio.
Nuestra queja es contra la economía de mercado que considera que es más importante el comercio que la alimentación de la gente. El origen del colectivismo indio está en el origen de la humanidad, la primera forma de organización en todas las sociedades fue la colectiva. La invasión española destrozó ese Estado colectivista, la principal preocupación del nuevo Estado ya no fue la nutrición de la gente sino la extracción y exportación de metales preciosos.
Thupaq Amaru encabezó la rebelión más fuerte contra esta opresión. Fue aplastado por una feroz represión y aún es condenado por Vargas Llosa y otros autores, quienes le califican de “racista” y prefieren a Pumaqhawa, quien participó en la represión a la gran rebelión india.
El político neoliberal Vargas Llosa siente verdadero horror por el “ayllu” o comunidad campesina, habla de la cultura quechua como de “la colmena o el hormiguero”, “una cultura que deshizo al individuo en la colectividad”.
Viviendo bajo el neoliberalismo vemos claramente que el individualismo exaltado e impulsado por él, es el egoísmo en grado superlativo, la ausencia de solidaridad, la desmembración de todos los organismos sociales.
Es el neoliberalismo el que uniformiza forzadamente. Esta uniformización forzada se llama “moda”. Independientemente de nuestras diferencias culturales que según Vargas Llosa debieran desaparecer, independientemente del continente donde habitemos, debemos “globalizarnos”, gustando de determinado tipo de programas televisivos de sexo y violencia o consumiendo las cosas que la TV y la gigantesca y costosa publicidad en general nos ordena: ropa, alimentos, diversiones, cigarrillos, adornos personales, maquillaje. Es el internacionalismo Coca Cola, o Mc Donald´s.
Vargas Llosa habla de “ese mundo primitivo y gregario… colectividad férreamente unida por una solidaridad que nace de la fe compartida en unos mismos dioses y unos ritos y ceremonias practicados en común”. Esto es ver al mundo de cabeza. Es ampliamente aceptado que el colectivismo andino fue producto de la necesidad de confrontación a una geografía difícil para la agricultura. Sin ese colectivismo hubiese sido imposible la construcción de la imponente e imprescindible infraestructura agrícola. La causa fue la geografía hostil y el efecto el colectivismo con sus consecuencias en la fe, los dioses y los ritos, no al revés.
Lo que quisiéramos es que Vargas Llosa nos hable de las causas de ese colectivismo, que nos explique por qué en el mundo moderno es nocivo para la gente y cómo el individualismo sí resuelve sus problemas vitales. Esta explicación la necesitamos urgentemente en el Perú, porque cuando abrimos los ojos para ver la realidad que nos rodea, vemos exactamente lo contrario, que ese individualismo nos está llevando a ser una nación cada vez más muerta de hambre.
El ayllu no es solo un fenómeno económico, lo llevamos en la sangre, en el alma. Sabemos que ese ayllu ahora está restringido, que está maniatado y asfixiado por el neoliberalismo que lo cerca y ha sacado leyes para aplastarlo.
Estas líneas las escribo en marzo del 99. Hace pocos días hubo una paralización nacional en Ecuador, encabezada, ente otros, por el movimiento indio Pachakuteq. Acabo de ver una fotografía del diario una protesta mapuche en la capital de Chile. El autor nos dice que en México el indigenismo fue usado como “herramienta clave en el control de la clase intelectual y la manipulación de la opinión pública que permitieron al partido gobernante, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) eternizarse en el poder”. En días pasados se realizó en ese país la consulta zapatista con cinco mil indios en Chiapas regados por todo el territorio mexicano, impulsándola, que exigen al gobierno del PRI, entre otras cosas, respeto a su cultura “arcaica”.
Así vemos que el muerto sepultado por Vargas Llosa goza de muy buena salud.
(…) Lo que menos importa en un escritor, decía Borges, son sus ideas, cuestión con la que yo no estoy de acuerdo porque un autor escribe sus libros también con sus ideas. Pero evidentemente las opciones políticas de un escritor son las que menos importan a la hora de juzgar su obra. Por eso quizás considero que este Premio Nobel está bien otorgado. Salvo Carlos Fuentes, creo que no hay otro candidato cercano en Latinoamérica para ganarse este premio. Salvo alguno de esos poetas escondidos que hay en el continente, y que suelen ser grandes poetas que lamentablemente no conocemos bien, ningún otro escritor se lo merece tanto como el autor de Pantaleón y las visitadoras.
(…) De Balzac podemos decir que era reaccionario, monárquico y católico. Sin embargo, La comedia humana es la serie de libros más antimonárquica, más anticatólica y mas progresista que se escribió en Francia.
(a.c.)
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En los libros de mayor peso de Vargas Llosa o Céline o Borges no hay ideas que resulten indiferentes a la miseria de los hombres, la obra de los escritores debe ser juzgada por sus puntos más altos, por su verdad poética y su compromiso principal con el arte, no por su enseñanza moral; pero a modo de mínima defensa, en La ciudad y los perros o en Pantaleón y las visitadoras se puede encontar a través de un lenguaje absolutamente coloquial (trabajadas oraciones, sus travestidas palabras)una crítica lúcida a las instituciones del ejército peruano, a sus órdenes represivas, hacia la sociedad machista.
Palabra más, palabra menos, Bayer pidió hace ya varios años en relación a las opiniones apocalípticas que recibió en su momento el autor de El libro de Manuel que no se intentara cazarlo, que el lazo les quedaba demasiado grande.
Que el lazo les quedaba demasiado grande.