13 julio, 2014
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«Gracias, otra vez»

Gracias, otra vez.

* Por René Houseman y La Garganta Poderosa.

Hoy, igual que vos, nos tiembla la voz. Tenemos la garganta angustiada y una especie de vacío lleno de nada, porque la derrota lastima y no se nos cae una rima, en este amargo momento. Pero de golpe se nos caen todas las palabras de agradecimiento, por ese mes entero soñando y por esa ilusión que se nos terminó escapando.

Que nos tocó perder, nos tocó perder, pero qué carajo le vamos a hacer, si el fútbol tampoco es perfecto: la pelota suele cobrar efecto. Y ni siquiera es original: siempre hay uno que pierde la final. Sin embargo, lo que intentamos rescatar desde aquí, es que llegamos hasta ahí… Con más ganas que fútbol, sí. Con más táctica que belleza. Y con más cabeza que juego. ¡Pero con mucho huevo! Llegamos hasta el último alargue con una garra infernal y, aunque muchos nos daban afuera en la fase inicial, terminamos jugando la final. ¿Contra quién? Contra “el mejor equipo del mundo”, así de rotundo. Contra el mejor equipo del mundo. El único que defiende con once y ataca con 7, ése que según muchos nos iba a romper… La Canasta. ¿A quién están puteando? Basta.

Jugamos de igual a igual. Y si metíamos alguna de ésas claras situaciones, hubiéramos sido campeones. ¿Entonces qué? Entonces Sabella sería el Che y todos los que viven del verso declararían a Lío dueño del universo. Pero no. No sucedió. Fallamos en la puntería y no pudimos. Perdimos. ¿Y entonces qué? Entonces Maradona es peor que Pelé, Messi no es el ancho de espada, Mascherano no puede nada, el creyente se pone ateo y hasta Lavezzi les parece feo…

No, señores, al carajo los detractores, que ahora se presentan como jurados catedráticos, cuando hace dos horas eran todos fanáticos. Mal que les pese, a esta Selección le debemos todo lo lindo que hemos vivido. Y tácticamente hicimos un gran partido. ¿O pretendían pararse frente a Alemania, como si fuera un equipito común y corriente? Brasil sabe bien qué se siente.

A fuerza de soñar, nosotros los pudimos incomodar. ¿Pero sabés cuántos problemas tuvimos realmente? Once, once parados del lado de enfrente: un arquero que no duda en ninguna jugada, una defensa consolidada, un medio campo todo terreno y un ataque que no tiene freno… Caiga mal o caiga bien, los rivales juegan también. Y a veces juegan mejor que uno, sobre todo cuando usan el ancho de la cancha mejor que ninguno, con posiciones móviles permanentes, que te obligan a mirarles los números de patentes…

¿Era imposible? No, pero hicimos todo lo posible y no pudo ser, porque el fútbol también es perder. Y eso no puede borrar el orgullo nacional de haber recuperado nuestro derecho a la final, donde encima jugamos bien, dando todo y más también, en cada una de las instancias… Sin dudas, estuvimos a la altura de las circunstancias.

Hubiera sido genial, una locura infernal, estar festejando ahora por todos lados, esas pinceladas a las que Messi nos tiene acostumbrados, pero también es un ser humano, hermano. Se lo notó muy cansado, apagado, agotado. Y sí, nos faltó el moño, pero si ayer lo hicimos Dios, hoy no lo hagamos demonio.

Ahora, debemos mirar al mundo con entereza, a pesar de la tristeza, no sólo para reconocer el mérito del rival, sino para reconocer al grupo que nos devolvió el Mundial, de la mano de Lío, de locales en Río y emocionando a todos desde el Maracaná…

Gracias a todos, por haber soñado hasta acá.

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