*Por Rubén López,
para La Garganta Poderosa.
Ya pasaron ocho años, viejo, de la última vez que te vi. Parece un montón, pero yo te extraño como el primer día. En los últimos tiempos se llevaron a cabo algunos avances sobre los Derechos Humanos: más juicios de lesa humanidad; recuperación de actas secretas y listas negras en el edificio Cóndor; más nietos que aparecieron gracias a la gran labor de las Abuelas de Plaza de Mayo; y seguramente me olvido de muchas cosas más. Pido disculpas por la omisión, pero todo esto nos lleva a tener esperanzas de seguir encontrando información de esa época, la cual nos ayudará, de alguna manera, a dar respuestas a las preguntas de tantos nietos, hijos, padres, madres, hermanos, amigos… Pero faltás vos. Y eso es inexplicable.
Justo vos, que desde la defensa de los DD.HH. y desde tu propia defensa tomaste el compromiso, por vos y por tus compañeros, algunos de los cuales están todavía en esa nebulosa que conocemos como “desaparecidos”. Sí, en ese estado en el que permanecés vos. No me alcanza todo un diccionario para poder describir qué se siente no saber dónde estás.
Una de las materias pendientes de esta democracia es no haberte cuidado, o no saber cuidarte. ¿Cómo se explica? A un testigo de tu importancia, ¿cómo le pudo haber pasado esto? Todo hoy es dolor, bronca, impotencia.
En medio de tanto resentimiento, tal como vos me educaste, resignifiqué ese malestar en un sueño que era el tuyo. El año pasado, después de un largo trabajo para poder llegar a concretarlo, abrimos la fundación “Construyendo Conciencia”, que es tu legado. Desde siempre, nos inculcaste el compromiso y la necesidad de ayudar a los demás, porque para serte sincero, a mí nunca se me hubiese ocurrido. Por vos, por tu memoria y por tus ideales, con toda la familia decidimos hacer esto.
Mediante “Construyendo Conciencia”, ahora queremos transmitirle a la sociedad quién sos, marcando tus enseñanzas, tus vivencias y tu dolor, por haber estado comprometido en la lucha por la igualdad, esa misma lucha que te hizo detenido-desaparecido en la dictadura cívico militar. Y a la par, testimoniar lo que vino después, esa rara paradoja del destino que en plena democracia te desapareció otra vez. Creo que ni el mejor de los escritores de ciencia ficción lo hubiese imaginado.
Cuando todos creímos que esos fantasmas eran del pasado, y sólo del pasado, volvimos a sufrir lo mismo. Y a partir de ese sufrimiento, creemos que la mejor manera de llevar adelante tu lucha y de que no desaparezcas una vez más, es construyendo, concientizando y ayudando, como vos lo hiciste en tu momento, con los chicos de nuestro barrio, Los Hornos, que en esa época, al igual que en ésta, tienen necesidades.
Vos nos enseñaste, con tu ejemplo, que defender los derechos humanos significa incluir a aquellos que de una u otra manera no son contemplados en el sistema, porque ellos son desaparecidos sociales, sin la oportunidad de estudiar, de recibir atención médica o de gozar de las obligaciones que el Estado tiene para con los ciudadanos de este país.
De vos, viejo, aprendí que no se debe esperar a que el otro haga todo, sin involucrarnos.
Además del inexplicable dolor por tu ausencia, a lo largo de estos 8 años hemos sufrido que se nos investigue por sospechas de estar involucrados en tu desaparición… ¡Qué impotencia, papá! Dicho sea de paso, en la familia no tenemos problema que se nos investigue, ya que no tenemos nada que ver en ese sentido y sabemos que así funciona la Justicia. Pero hace unos días me enteré que revivieron esas denuncias anónimas, contra un amigo y contra mí, y duele. Duele tanto… No por ensuciar nuestros nombres, sino porque nos muestra lo lejos que estamos de encontrar a los verdaderos culpables. Hoy en día, no hay siquiera un avance en la dirección correcta. No encontraron nada.
Y encima, también nos pasó que de todas las propuestas de investigación que presentamos, casi ninguna tuvo la misma respuesta que sí se les dio a otras personas involucradas en la causa. Repito, así funciona la Justicia.
Como nos decías una y otra vez, de todo se aprende, de lo malo y de lo bueno. Sabemos, ahora más que nunca, que a todo proceso judicial hay que controlarlo para que funcione bien, cosa que en nuestro caso no supimos hacer. Creímos que la Justicia iba a cuidarte, por ser un testigo tan importante, pero está a la vista que no. En ese punto, puedo decir que fallamos como familia, confiamos por demás. Y hoy, 8 años después, seguimos pagando las consecuencias de tu falta.
Espero, pá, que en el futuro algún involucrado sea juzgado. Porque hay responsables por no cuidarte, ya sea de la Justicia o del poder político, que no previeron todo esto. Y que tras tu desaparición, no se movieron como se esperaba: la causa denominada “Presunta Desaparición Forzada de Persona”, no avanzó casi nada desde el mismo momento que se empezó a investigar.
A 8 años, te sigo sintiendo presente, y hasta mis compañeros que no te conocieron hoy te sienten de ese modo. Me esfuerzo porque así sea, por trasmitirles esa idea que me trasmitiste a mí: ayudar, e ir adelante, siempre. Mientras escribo esta carta, se me viene a la mente un recuerdo: vos sabías que iba a pasarte algo, que ibas a sufrir consecuencias. Pero no te importó. Fuiste a declarar igual. Sabías que tenías que hacerlo como ciudadano, como también lo somos todos nosotros.
Te extraño, Pápá.