* Por Stella Calloni.
Cuando aparecieron los primeros números de La Garganta Poderosa nadie imaginaba que esta original y creativa experiencia de un colectivo hecho de muchas voluntades juntas, en tan difíciles circunstancias de vida, podría trascender espacios y tiempos.
Lo hizo, con la genialidad de una irreverencia respetuosa, sin ambigüedades, sin concesiones, pero con esa señal que llevan impresa los que sueñan, vuelan y persisten en las circunstancias más difíciles. Y también con la intensidad de la alegría que viene de esa alocada voluntad, que también necesita de una férrea disciplina de trabajo, de horas robadas al escaso tiempo que tienen aquellos que sobreviven con dignidad y enorme esfuerzo cada día.
Lo que quiero decir es que esa sobrevivencia entre tantas dificultades, desafiando la desculturización que implican los medios sostenidos por publicidades pagadas con dineros robados mediante la explotación, es un hecho cultural de una solidez de construcción profundamente humana.
Mírense ustedes a sí mismos viviendo, resistiendo cada día entre los suyos, entre los que conforman el verdadero cinturón humano de estas inmensas ciudades perdidas en el abismo de la individualidad que deshumaniza y devora el alma, el ánimo de los hombres. Ciudades de la impiedad, la soledad, la violencia y la vanidad, tan lejos de la solidaridad de los de “abajo”, como algunos les dicen.
Los de abajo, el subsuelo de la patria, son la patria misma, porque sin ellos, sin la inmensidad de los “nadies” no existe nación, ni patria, ni esperanza de un tiempo de verdadera liberación, cuando el hombre deje de ser lobo del hombre.
Mírense frente a los que mienten, desinforman o matan con esa desinformación y con absoluta frialdad, porque son parte imprescindible de las guerras de baja, mediana y alta intensidad que hoy agobian al mundo. Se mata de muchas formas y la palabra en manos de los desinformadores mata.
La Garganta Poderosa va haciendo camino al andar. No hay mejor aprendizaje periodístico que ese camino, porque andan con su audacia revolucionaria, podando las malezas del colonialismo, que aún tiene atrapados a los pueblos de Nuestra América, en su pensamiento, palabra y obra.
Ustedes surgen desde la profunda humildad, y lo hacen con alegría, sin la cual, como dice Jauretche, nuestro querido filósofo del pueblo, no puede hacerse ninguna revolución, y menos en nombre de la vida viva.
Ustedes dieron un ejemplo cuando fueron al mundial de fútbol a vivirlo con el pueblo de Brasil. Se hermanaron, y así de pequeños como podrían haberse sentido en la inmensidad variopinta de los que asisten a un mundial, estuvieron asomando en primera línea, con sus demandas contra todo tipo de buitres o drones que quieran sobrevolar sobre nuestras cabezas como rapiñeros que fueron y son. Fue maravilloso y nos enseñaron cómo puede ser el revés de la trama.
Queridos compañeros de La Garganta Poderosa, ¿saben cuánto pueden enseñar ustedes a un periodismo, aún bajo los efectos de una colonización cultural, que paraliza, endurece el paso y enmudece ante la verdad que hay que gritar con todo el poder de nuestras gargantas, para llenar de voces a Nuestra América en tiempos de emancipación? Yo sólo puedo decirles gracias, por los caminos que abren.
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