Hay una canción efervescente, que pone al cerebro burbujeante, pero lo más sorprendente no es que suene sin cantante, ni que truene sin una sinfonía, ni que su autor no haya dado todavía un concierto, ni que siga sonando en vivo cuando ya está muerto. Y tampoco que cumpla 101 años, con la frescura del primer día. Lo más sorprendente es la partitura, que se supo volver melodía.
Y dice así…