Hoy, soplando las 101 velitas de Julio, agosto amaneció agotado, todo cubierto por un solo manto, como si fuera un perfecto concierto del llanto, porque sí, hay días que nos encuentran así, ciegos, sí, egos, ciegos. Tanto que ni nos vemos. Y para colmo nos escondemos en la generalidad que niega la identidad de cada diccionario, o cada solitario paragua. Sin ese, ése, paragua. Tan síegos que no distinguimos ni dos gotas de agua.
Ojo.