25 marzo, 2016
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Carta abierta a los presentes

* Por Vanesa Orieta, hermana de Luciano Arruga, desaparecido y asesinado en democracia.

No bastan 40 años, cuando se trata de sanar los daños provocados por el genocidio que arrasó con la vida de miles, durante la década del 70. Todavía hoy, escuchamos las voces de las madres que buscan a sus hijos, entre las abuelas que buscan a sus nietos, para que podamos saber la verdad. A la par, vamos recorriendo un camino, a veces de organización y lucha, manteniendo viva la memoria de un pasado que estalla en nuestro presente. Y la conciencia de un presente que nos obliga a visibilizar todas las violaciones a los Derechos Humanos, en democracia.

Ayer, nuestros hermanos luchaban por un cambio social, político y económico: buscaban subvertir el orden que pretendían imponerle al pueblo en su conjunto. Y para aniquilar esas ideas, los milicos desplegaron todas sus herramientas. La violencia extrema tomó el control, con secuestros, torturas y desapariciones que fueron doblegando a generaciones completas, mientras veíamos instalarse al sistema depredador que se extiende hasta nuestros días.

Sin duda, hoy pagamos los costos de aquellos años, porque las prácticas autoritarias y violentas continúan. Naturalizadas en nuestro país, las vemos reproducirse a diario en barrios humildes, con los pibes pobres. Pues desde 1983 hasta hoy, se han asesinado a más de 5000 personas por gatillo fácil y se han desaparecido a más de 200 seres humanos, sin incluir a las innumerables desapariciones forzadas de mujeres secuestradas y explotadas sexualmente, por las redes de trata.

A su vez, el armado de causas aqueja sin prensa a muchísimos jóvenes pobres, que pierden su libertad y sus derechos fundamentales, en manos del abandono, las torturas, las violaciones o las muertes que se administran en los penales y las comisarías de nuestra democracia.

Hoy, el control y la violencia van dirigidos a los barrios de pobres, humildes, vulnerables o trabajadores de todo el país, donde vivimos, trabajamos y militamos miles de personas, aunque los presenten como “zonas peligrosas”, para cargarle ese estigma del “peligro” a nuestra gente también. Con la discriminación y la criminalización como base para la estigmatización, se habilita entonces esta avanzada de las diferentes Fuerzas de Inseguridad. Pues de pronto resulta que los “violentos”, somos los villeros o las villeras, que usamos determinada ropa o que escuchamos determinada música. Y así, por atrevernos tan sólo a mostrar una cara que nos hace sospechosos, justifican la violencia salvaje que nos impusieron y nos imponen, desde lo más alto de la política y la justicia.

Como hermana de Luciano Arruga, desaparecido y asesinado en democracia, considero que nuestro pueblo tiene que hacer un fuerte trabajo de memoria, para poder tomar conciencia sobre el rumbo que elegimos cuando pensamos una democracia de más control, mano dura y represión. Porque, sin dudas, esto no es lo que proyectaron para nosotros quienes dieron su vida luchando por un cambio de sistema, 40 años atrás.

¡Basta de gatillo fácil y desaparecidos en democracia!

30 mil compañeras y compañeros desaparecidos, ¡presentes!