24 marzo, 2016
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“CARTA ABIERTA A NUESTRO HERMANO”

* María Del Rosario, hermana de Vicente Ayala, desaparecido desde 1976.

Mi hermano mayor, Vicente Víctor «Cacho» Ayala, era un militante, un activista político, un luchador social y un abogado de los humildes, comprometido hasta la médula con un proyecto que creyó más apto para la igualdad y la justicia social. Por ese sentir, que cada 24 de marzo nos infla el pecho a los argentinos, hoy es uno de nuestros desaparecidos correntinos.

Tras terminar el secundario, en el colegio «Alejandro Carbó» de Concordia, donde también secuestraron a otros siete ex alumnos, decidió regresar a su amada tierra natal en 1964, para seguir la carrera de Derecho. Pero su necesidad de impulsar un cambio social encontró finalmente recepción en el Padre Raúl Marturet, a cargo por entonces del Pensionado Católico para estudiantes universitarios del interior. Poco a poco, fue alternando su vida entre la prosecución de su carrera y la opción por los oprimidos. Y por esos tiempos, entre largas conversaciones políticas, decidí militar como él.

Para siempre.

Colaborando con los inundados, trabajando en hornos de ladrillos y organizando cooperativas en los barrios más humildes de la provincia, Cacho llegó a una definición que le marcó la vida: optó por el peronismo, para poco tiempo después constituirse en uno de los referentes principales de la JP local. Todo ese compromiso se acentuó más y más, hasta que la Triple A de López Rega provocó la salvaje represión y lo mandó a detener por primera vez, en noviembre de 1974, cuando lo llevaron a la U7 de Resistencia. Allí permaneció con el ánimo en alto y su fe cristiana inquebrantable, sabiendo que su esposa Viviana y su hijo Diego Víctor, de pocos meses, estaban esperándolo. Y en abril de 1975, fue finalmente liberado, sin ser acusado por ninguna causa…

Su lucha continuó, pero el poder militar creció y, con la dictadura más atroz que haya vivido la Argentina, llegó el segundo secuestro. El lunes 16 de febrero de 1976, días antes del Golpe, se lo llevaron junto a tres compañeros en la esquina céntrica de Moreno y Salta, con una patrulla que comandaba el entonces comisario Diego Ulibarrie, a plena luz del medio día. Los persiguió, los tiró dentro de una camioneta y se los llevó.

Para siempre.

No lo vimos nunca más. Tenía 29 años. Y desde entonces, luchamos en familia, por esa Justicia que asomó en agosto de 2009, cuando le dieron 25 años de prisión al único imputado: Ulibarrie, su torturador, su asesino. Ahora, 40 años después, lamento que todavía no tengamos sus restos en nuestras manos. Y que tantas comisarías de Corrientes sigan siendo depósitos de seres humanos.

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