* Por Estela Rivero, mamá de Exequiel, asesinado por la policía en democracia.
Escuché una discusión y salí a la puerta, aunque era de noche, porque mis hijos estaban ahí, tomando algo y escuchando música. Como mi vecino se quejaba del ruido, les dije a Kiko y Exequiel que apagaran todo, de modo que se metieron para adentro y se sentaron a la mesa, mientras yo calentaba la comida. En eso, veo las balizas de los móviles de la policía: tres autos y cinco motos. Lógicamente, quedamos impactados ante semejante operativo y, cuando abrí la puerta, el jefe de la Policía me dijo que venían a buscar a Tato. Le pregunté por qué, pero no me respondieron: me empujaron y entraron. Ahí nomás, asustado, mi hijo intentó salir por el techo, pero lo agarraron, le pegaron y lo tiraron desde las alturas, esposado. A los golpes, lo metieron al móvil y se lo llevaron… Pero al otro día, a las 3 de la tarde, otro policía vino hasta mi casa,
“Tu hijo se ahorcó”.
Por supuesto, su padre tampoco creyó la versión policial y decidió salir corriendo a buscar un fotógrafo. Ya en el velorio, sacó a mi hijo del ataúd y lo sentó, pero algo resbaló dentro de su cuerpito: tenía un hueco en la nuca y muchísimas marcas de golpes, en las costillas, en las piernas y en los dedos de la mano, que estaban todos aplastados, como si se los hubieran pisado. De inmediato, buscamos un abogado y comenzó la investigación, pero los policías implicados siempre se negaron a declarar.
Y la causa nunca avanzó.
Ya pasaron 7 años desde entonces y yo sigo soñando que mi hijo pueda descansar en paz, que no quede impune su crimen y que todo eso no vuelva a pasar nunca más, pero nunca más de verdad. Porque aquí, en La Rioja, debieron pasar muchos años, demasiados, para que se juzgaran los asesinatos de esa dictadura feroz, que nos quitó al Obispo Angelelli, a los curitas de Chamical y a Wenceslao Pedernera, entre crímenes de lesa humanidad que todavía brillan por su impunidad.
Por eso, a 40 años del Golpe, desde La Poderosa riojana gritamos por la memoria de los 33 desaparecidos de nuestra provincia, mientras sus verdugos siguen ocupando lugares estratégicos en los tres poderes del Estado, caminando por la calle como si nunca hubieran cumplido ese papel. Caminando por la calle, con los asesinos de Exequiel.