“CARTA ABIERTA A LA JUNTA PATRIARCAL”
* Por Mariana Contreras, amiga de Leyla Bshier Nazar, víctima del poder, en democracia.
Yo empecé a ejercer el trabajo sexual en 1999, por la necesidad de llevar el sustento a mi casa, puesto que había quedado viuda y debía mantener a mis cuatro hijos: Estela, Joel, Camila y Marlen. Ahí, en la calle, me tocó ver cosas muy injustas, como los atropellos de las Fuerzas sobre mis compañeras, muchos años después de la dictadura, en esta democracia relativa que todavía perdura.
Mi camino me enseñó a luchar.
Y no, no sólo por mi vida, sino también por todas las gargantas que no pueden alzar su voz. Pues a partir del 2003, cuando asesinaron a mi querida compañera Leyla Bshier Nazar, me tocó ser testigo clave en el “Caso de la Dársena”, que también incluyó el crimen de Patricia Villalba, a manos de los hijos del poder. Para todos los santiagueños, hubo un antes y un después, pero también para mí, dado que decidí lanzarme a esta lucha, para visibilizar todas esas muertes silenciadas, por el Estado y la sociedad.
Junto a la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (A.M.A.R), pudimos levantar con orgullo la bandera del trabajo sexual y darle mucha fuerza al caso, que finalmente derivó en la intervención de la provincia. Pero no fue fácil lo que vino después: tras denunciar la corrupción policial, empecé a padecer una persecución sistemática, que incluyó dos secuestros durante horas. Y en una de esas detenciones ilegales, me dieron por muerta…
Golpeada, me tiraron en el parque Aguirre, pero finalmente me levanté, como se levantaron muchas, para gritar que no queremos más mujeres presas por ejercer la prostitución, que no es un delito. Pero sí, lo parecía, gracias al Código Contravencional que nos dejaron los militares y que penalizaba la prostitución callejera, como así también la vestimenta de otro sexo, hasta que logramos reformarlo, en 2008…
Sí, pudimos sacar a la Policía de nuestras vidas.
Pero lejos de ponerle fin a la militancia, recién entonces nació la lucha por el acceso a la salud integral, a la vivienda digna, al estudio de calidad, porque en mi querido Santiago, la Justicia es ciega, la policía es sorda y los medios de comunicación son mudos. ¿O alguien leyó en algún lado los hostigamientos permanentes a los campesinos que todavía son sacados de sus tierras a punta de pistola?
Seguro que no, por eso, porque nadie dice nada, porque todavía manda el miedo y porque todavía sigue siendo posible “desaparecer”, como desaparecían los santiagueños en la dictadura o como desapareció Raúl Eduardo Domínguez, en 2008, luego de haber denunciado la corrupción de Rentas…
Aquí debimos sobrevivir a 50 años en manos de Carlos Juárez, ese caudillo que calló la voz del pueblo a fuerza de balas y golpes. Luego, debimos resistir dos intervenciones que significaron la continuidad. Y ahora, debemos desmentir la gesta propagandística de otro gobierno zamorista, que profundizó la violencia institucional, con asesinatos que ocurren en las comisarías o femicidios ejecutados con ese silenciador que acalló las muertes de la compañera trans Pamela Moreno y de María Corvalán, que por mujeres, por pobres y por putas, ya no están más.
Nunca más.