29 junio, 2016
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La educación pública, patas para arriba

Abajo del escenario no es devoto de repetir ningún guión. Ni de estar sujeto a un libreto de ficción que sólo apunte a sumarle rating a algún programa de televisión. Por eso, Joaquín Furriel se planta con los pies en la tierra, para que el problema estalle: “No podemos quedarnos de brazos cruzados, los estudiantes deben estar en el aula, no en la calle”. Así de clara la tiene uno de los actores que más convoca: “En los países avanzados, el presupuesto en salud, cultura y educación no se toca”. Es corta la bocha para el pibe del conurbano, que no usa eufemismos cuando se trata de una decisión estatal impúdica: “El gobierno no entiende la importancia de la educación pública”.

Extracto de la entrevista a Joaquín Furriel, publicada en la edición de junio de La Garganta Poderosa.

 

Ni el cansancio natural por haber grabado durante sesenta días dos películas, en la Patagonia y en Madrid; ni la ola de invitaciones a los set de televisión, tras ser premiado con el Martín Fierro como “Mejor Actor Protagonista de ficción diaria”, por su labor en «Entre Caníbales»; fueron excusas para postergar un encuentro pactado que ambas partes teníamos ganas de tener. “Quiero hacer la entrevista porque los leo, me gusta lo que hacen y no la quiero suspender”, nos tranquilizó Joaquín Furriel, ese pibe humilde que sigue llevando al barrio en la piel.
Para mayor intimidad, y pese al frío de ese jueves por la tarde donde nos conocimos, cambió el Bar Esperanza, en el barrio porteño del bajo Belgrano, por una placita donde pudiéramos sentirnos más cómodos. Un poco más de abrigo, y a pasar un buen rato, como en aquella infancia de Adrogué, en el conurbano bonaerense.

 

-Antes que cualquier otra cosa, ¿cómo andás de salud, después del ACV que sufriste en octubre pasado?
 -Tengo el alta total. Ya está, pasó la nube…

 

Nació y creció en el partido de Almirante Brown, entre la falta de asfalto en sus calles. A los 13, tuvo la suerte que nosotros seguimos buscando: que algún día llegue el urbanización. “Es responsabilidad del Estado que hoy haya gente que todavía no tenga dónde vivir”, interpela el actor que el próximo 26 de agosto cumplirá 42 años. Y continúa, rememorando los primeros años de su vida: “Yo vivía a 8 cuadras de las vías donde estaba la villa de Calzada. Nosotros nos juntábamos y jugábamos con los pibes de ese barrio, éramos una mezcla entre clase media y clase baja. Junto a mi hermano, nuestra vida era ir al colegio, llegar e irnos a jugar entre los lotes que había por ahí, y después mucho fútbol. La pelota nos unió esos años, hasta que lamentablemente en mi adolescencia se empezó a poner todo más hostil, cuando llegó el paco al barrio”.

 

-¿La política era tema en la mesa de tu casa, o de eso no se hablaba?
-Sí, en mi familia hay de todo. Mi abuelo paterno era amigo de Ricardo Balbín, un radical antiperonista. Por el lado de mi mamá, hay peronistas y socialistas. Inclusive, tenía un tío que decía ser anarquista. Recuerdo que los asados en familia eran muy intensos, durante y después de la dictadura militar.


Cuenta Joaquín que su mamá durante muchísimos años se involucró y levantó la bandera por “una mejor educación para los chicos”, en las escuelas donde trabajó como psicopedagoga y directora. Mediante el ejemplo materno, y su propia formación, hoy es un soldado de la educación pública: “Hasta segundo año fui a un colegio privado, pero un día le dije a mis papás que quería ir al Nacional de Boedo. Y así fue, soy egresado de la educación pública. Luego me fui a estudiar al Conservatorio y a la Escuela Nacional de Arte Dramático, porque no podía pagar cursos privados.  Gracias a que existe esa institución, yo tuve un lugar para estudiar actuación durante cinco años. Durante ese tiempo me focalicé en la carrera y aprendí muchísimo”.

-¿En qué te formaste, más allá de lo técnico?
-A tener una estructura de mi identidad, a aprender a sociabilizarme junto a otros chicos que estaban en otras escuelas. Eso me dio la educación pública: la esencia de mi vida. Mi mamá ha trabajado muchísimo en Gestión Educativa de la provincia de Buenos aires para que la educación mejore. Pero hasta ahora, debemos seguir muy alertas por todo lo que pueda pasar…

-¿Por qué creés que se llega al extremo de que los docentes tengan que dar clases en las calles?
-Siento dos cosas: primero me da mucha pena, porque los alumnos deberían solo focalizarse en estudiar. Y lo segundo que pienso es que, por lo general, en las campañas políticas de lo que más se habla es sobre la educación y la salud: dos grandes hipocresías. Porque el dinero que debería ir para esos sectores, nunca llega. En los países avanzados, cuando deben reducir los gastos no tocan los fondos de cultura, ni de salud ni de educación. Eso lo tienen clarísimo. Por eso, no nos podemos quedar de brazos cruzados, los estudiantes deben estar en las aulas, no en la calle.

-¿Cómo tomaste la masiva marcha del 12 de mayo cuando todos los gremios docentes universitarios marcharon en reclamo de mayor presupuesto?
-El gobierno de hoy no está entendiendo la importancia de la educación pública. Una cosa es el discurso y otra es lo que los medios comunican… Hay un momento en donde de repente, un sector de la clase media dejó de tomar el tren eléctrico para tomarse la combi.
¿Por qué? ¿Qué pasó? Ahí es donde vos tenés que recordar y averiguar qué pasó en los 90. Lo que está empezando a pasar ahora es que de a poco la paciencia se va perdiendo, porque hay mucha gente que creyó en este gobierno y es un tema delicado el que estamos viviendo. Lo mismo ocurrió con el gobierno anterior…

 

-Mencionaste al gobierno anterior, ¿qué análisis hacés sobre su gestión?
-Desde que yo tengo conciencia, un momento histórico que recuerdo con felicidad fue el primer gabinete de Néstor Kirchner, en el que estaba Filmus como ministro de Educación, Gines García en Salud, Lavagna en Economía. Yo lo que sentía era que cada uno estaba donde tenía que estar, y tomaba los riesgos que implican llevar a cabo decisiones necesarias en un tiempo muy duro, porque quien vota es el pueblo, no las corporaciones. Sin embargo, cuando el país se estableció, nuevamente los factores de poder volvieron a confundir, a confundir y a confundir. Y ahora estamos ante una situación muy delicada.

Racional y crítico, sabe que sus palabras tienen rebote. De hecho, las últimas dos veces que fue a la mesa de Mirtha Legrand no pasó desapercibido al marcar su postura d ante el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo, en primera instancia; y frente al asesor de Macri, Jaime Durán Barba, hace unos días atrás. Va al frente, Furriel, y da gusto escucharlo: “La única razón por la que las cosas están así es porque existe corrupción. Y para la corrupción no hay partidos políticos, es un tongo donde están todos. Tenemos que aprender a no dejar pasar estas situaciones”. Sobre el episodio con Barrionuevo, recordó: “Es llamativo que todavía escuchemos a personajes que obstruyen la democracia que deseamos hace décadas. Es sentido común, no una cuestión política. Debe haber nuevos actores en los gremios. Si no los hay, algo ahí dejó de funcionar”.
Dos días después de nuestra charla, Joaquín discutió con Durán Barba. Cuando el asesor macrista buscaba ocultar la pobreza, Furriel le dio un sopapo de realidad: “Ustedes hablan de conceptos generales como la ilusión y el placer, pero la panza la debés llenar para tener una ilusión”.

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